Cherán, feminicidio en Ecatepec y Judith Butler II
Puedes encontrar la primera parte de este ensayo aquí.
Cuando
uno escucha por primera vez la historia de Cherán, no es fácil
creer que este acontecimiento haya iniciado con un simple
arrebato de cuerpos. El 15 de abril del 2011, un grupo de
alrededor de 10 mujeres detuvieron a una de las centenas de
camionetas que transportaban ilegalmente la madera robada de los
bosques de Cherán. Las camionetas siempre iban tripuladas por
hombres armados hasta los dientes. Desde al menos el 2008, no sólo
se llevaron la madera de la comunidad, sino que asesinaron,
insultaron, humillaron y amenazaron a cualquiera que insinuara un
reclamo. Aunque me ha costado trabajo documentarlo, al parecer no
faltó la violación de jovencitas; por otro lado, la agresión
sexual era pan de todos los días.
“Ya
cada que pasaba, decían: ya se va a acabar la madera; pero seguimos
con las viejas de aquí de Cherán, decían.”1
Me
cuenta Margarita con los ojos y las mejillas a punto de reventar.
Margarita fue parte del grupo de mujeres que detuvo a la camioneta
mencionada en la esquina de Allende y 18 de Marzo, cerca de la
Iglesia del Calvario, en el Barrio Tercero de Cherán. Esas mujeres
no usaron ningún camión o auto para cerrar el paso a los
talamontes. Tampoco recolectaron armas previamente ni planearon una
emboscada. Ni siquiera se pusieron de acuerdo un día antes. Los
únicos vehículos con que se enfrentaron a los criminales fueron sus
cuerpos. Cuerpos que uno contra el otro sostuvieron su convicción
frente a una doble rodado. Los suyos eran cuerpos hechos de los
mismos átomos que los de los demás: con los mismos tejidos, las
mismas cicatrices, las mismas asimetrías de carne, las mismas
redondeces, los mismos granos, los mismos excesos. Es decir, en
principio, cuerpos como cualquier otro y como ningún otro.
La
verdad es que frente a ese grupo de hombres armados, los cuerpos de
esas mujeres eran cuerpos que pudieron terminar baleados en cuestión
de segundos. Ahí hubieran quedado los huérfanos, los viudos, las
madres con las lagrimas rebotando en sus regazos. Por fortuna no fue
así. Aunque después se sumaron los jóvenes y el pueblo entero, el
horizonte para transformar la realidad se constituyó, al menos en
los momentos iniciales, sólo por un manojo de cuerpos de mujer:
cuerpos quebrantables en perpetuo riesgo de perderse en el abismo de
la muerte. Cuerpos precarios: cuerpos como el cuerpo de Edna.
En
principio, la palabra precario aquí es un adjetivo que
implica que alguien no posee los medios o recursos suficientes para
sostener de manera fundamental su vida; por ejemplo, la vida de una
persona es precaria si no tiene recursos para alimentarse, educarse,
trabajar, cobijarse del frío o defenderse de algún agresor. Es
justo en la certeza de la precariedad de los cuerpos que el
pensamiento de Judith Butler despliega toda su relevancia. Butler es
una brillante filósofa feminista estadounidense que hace no mucho
visitó nuestro país. Su postura llama a la reflexión y al
compromiso; la vía que nos ofrece es indagar en cómo la precariedad
de los cuerpos y las vidas ayuda a pensar la violencia y a engendrar
la resistencia política.
La
de Butler es una postura radical que lleva el significado de lo
precario a un nivel mucho más profundo que el arriba mencionado.
Para ella, el cuerpo de todos está condicionado desde el principio:
nuestra vida misma no se puede entender en términos de individuos
aislados, porque siempre dependemos de una serie de condiciones
sociales que nos dan soporte2.
Esas condiciones van desde los padres que posibilitan la vida
precaria del recién nacido, hasta la alimentación, apoyo médico,
protección y acceso al trabajo no explotador que todos necesitamos
durante toda nuestra vida. Esto implica entender que estamos colgados
como en un tendedero formado por una red infinita de relaciones que
nos sostienen y de las que dependemos. También
es darnos cuenta de que nuestra propia vida está siempre en manos de
otros, incluso de manera negativa: todos somos susceptibles de ser
asesinados, reprimidos, destruidos por personas que podemos conocer o
no. Nadie es soberano ni autónomo de
manera absoluta. Nuestras vidas son siempre precarias.
Sin
embargo, nuestra precariedad no se agota ahí. Hay otra precariedad
―igualmente fundamental—que proviene de que vivimos en
interpelación con otros. Del hecho que otros nos hablan, nos
demandan todo el tiempo, sin que podamos controlarlo, con un lenguaje
plagado de sufrimiento y agonía. Dicho en palabras de Emmanuel
Levinas3,
de quien Butler adquiere esta concepción, hay un rostro precario que
nos llama: el rostro del Otro; el rostro del ser humano que puede ser
asesinado; el rostro del miedo con el que vivían los habitantes de
Cherán antes de que se emanciparan; el rostro de todos los mexicanos
que sufren la violencia súbita por parte del narco-Estado en el que
vivimos. El rostro de la Edna asesinada: nuestro propio rostro.
Para
Butler el cuerpo, la vida, el ser mismo, sólo se humaniza porque es
precario en este último sentido. Nos humanizamos sólo en la medida
en que comprendemos que no podemos sustraernos a esos llamados sin
renunciar a nosotros mismos como sujetos éticos. Nos humanizamos
porque somos vulnerables a esas demandas; porque somos seres porosos,
permeables, afectables. Es esa falta de inmunidad donde radica
nuestra humanidad. Pero esa humanización de la que habla Butler no
proviene de ninguna supuesta naturaleza o esencia humana; tampoco es
algún atributo del individuo o del organismo; sino que emerge porque
vivir éticamente exige escuchar, con todo nuestro cuerpo, al rostro
precario del Otro. Por supuesto, esto no quiere decir que todos
atiendan esas demandas. Las personas matan todos los días con una
banalidad espantosa, con una simplicidad inmensa, con una
indiferencia horripilante. Lo que quiere decir es que como seres
éticos tenemos la obligación de asistir a esos llamados;
de hecho, es posible que nuestra existencia ética dependa de nuestra
vulnerabilidad a esas exigencias.
En
todo caso esta dependencia es más profunda que el lugar común de
“todos necesitamos de todos”. No hablamos aquí de una relación
instrumental como la que tenemos con la cuchara para tomar la sopa o
con el lápiz para dibujar. No sólo necesitamos de los demás; es
que somos los demás. Mejor dicho: lo que somos, lo
somos forzosamente con los demás. Es por eso que cada vez que
perdemos a alguien lo lloramos y sentimos “que nos falta algo”.
No hay enunciado más literalmente verdadero: hemos perdido algo de
lo que somos. Increíblemente, somos vulnerables a esas pérdidas
incluso cuando se trata de gente con la que no hay posibilidad alguna
de haber tenido relación: un niño sirio ahogado en el mediterráneo,
una familia acribillada en Michoacán, un comunero asesinado en
Cherán, una mujer masacrada en ciudad Juárez o en Ecatepec.
Para
los aficionados a los superhéroes o para los que fuimos educados en
la competencia, quizá ser vulnerable se pueda ver como una tragedia:
una forma de claudicación, un defecto de acabado por el que hay que
encontrar algún culpable. Pero Butler propone una vía muy distinta:
es justo esa vulnerabilidad la que quizá permite construir la
solidaridad y crear la base de la lucha política. Si eso es así, la
vulnerabilidad, al menos en este sentido, sería algo bien distinto a
un defecto de fábrica. La vulnerabilidad permitiría luchar con los
otros en contra del sufrimiento de los otros que, como ya vimos,
somos en gran parte nosotros mismos. La verdadera tragedia en ese
caso la sufriría alguien que no pudiera ser vulnerable. Si alguien
debe vivir esa tragedia, dejemos que sea Dios, para quienes crean en
él, quien cargue con semejante maldición4.
¿Pero
cómo es posible que nuestra propia vulnerabilidad nos lleve a la
política? ¿Cuáles son los sinuosos caminos que la vulnerabilidad
sigue para llevarnos a la lucha por la justicia? En toda la filosofía
o la ciencia no hay nada que de recetas para describir o explicar la
política. Quizá tampoco sean necesarias esas explicaciones.
Ir a la tercera parte.
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En la última parte del ensayo se intenta una respuesta es estas interrogantes ¿Quieres tener el texto completo en formato ISSUU y PDF con opción a impresión? Suscríbete por 10 pesos a Homo vespa y recibe todos los textos en primicia.
1
Las citas de los entrevistados son prácticamente transcripciones
literales. La edición es mínima, las excepciones son los casos en
que la grabación no permitió escuchar claramente al entrevistado.
2
Butler establece una diferencia entre “precaridad” (precarity)
y precariedad” (precariousness) .Ver Marcos
de Guerra. Las vidas lloradas. México, Paidós, 2010, pp.
13-16. Aquí me refiero a la “precariedad” como condición
original inherente de los cuerpos. Lo que Butler llama
precariousness.
3
Butler analiza la aproximación de Levinas en Vida precaria, ibid
pp. 162-187. Para los interesados en la aproximación original de
Levinas, ver: Lévinas, Emmanuel, Totalidad
e infinito: ensayo sobre la exterioridad, Salamanca,
Ediciones Sígueme, 2012.
4 Hay
varios ejemplos en la literatura que relatan la indiferencia de un
Dios narcisista, inhumano e invulnerable. Uno de los mejores
ejemplos es la estupenda novela El evangelio según Jesucristo
del portugués José Saramago.
5 Estas
precariedades específicas se refieren a la asignación de la
precariedad por parte de los poderes dominantes. Corresponde a lo
que Butler llama “precarity”. Ver Marcos de Guerra.
Las vidas lloradas. ibid, pp. 13-16.
6
Ver por ejemplo el excelente texto de Humberto Padgett “Las
muertas del Estado: los números del odio”.
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