Allende: siempre Allende
El
11 de septiembre está marcado en la memoria de los pueblos que luchan
por su liberación. En esa fecha en 1973, un artero golpe de Estado
patrocinado por los Estados Unidos asesinó no sólo al presidente chileno
Salvador Allende, sino a la esperanza de un pueblo que como pocos
intentaba un camino distinto confiando en su dignidad y fuerza. Es un
episodio imprescindible para las generaciones que le seguimos. Hace años
publiqué un cuento sobre ese funesto día: con mis pobres aparejos
literarios, que bien poca justicia le hacen a la figura del expresidente
chileno, escribí sobre el dolor de entonces: sobre la poesía y la
rebelión de ahora. Quien quiera leer dicho cuento puede seguir el
siguiente enlace: https://bit.ly/2kvbEra
Mucho
más importante, es escuchar al propio Salvador Allende al menos cada 11
de septiembre. En el enlace que acompaña este texto se reproduce uno de
los discursos más hermosos que dio. No es que esté de acuerdo en todo
lo dicho por Allende en esa ocasión que habló en la Universidad de
Guadalajara. No creo particularmente ni en la unión de Latinoamérica ni
en México ni en la juventud que ambiguamente defiende Allende. Los
latinoamericanos se han matado entre ellos tan frecuentemente como los
europeos o los africanos; México es un país fundamentalmente clasista,
racista e injusto; y la juventud de José Saramago no fue óbice para ser
un ejemplo de combatividad. En todo caso, la posibilidad de la crueldad y
la belleza están tan equitativamente distribuidas entre pueblos,
continentes, sexos y edades que adoptar alguna etiqueta como una forma
de orgullo narcisista es sólo un error de pensamiento y sobre todo un
truco para saciar nuestra --no siempre justificada-- necesidad de
pertenencia.
En
el fondo, no creo que haya nada especialmente defendible en la
“substancia” mexicana, que la haga tan distinta de la “substancia”
chilena, latinoamericana, eslava o nepalés. “Pa
pronto”: me parece que, al menos en últimas fechas, esas substancias
nacionales sirven más para las chelas, los cuetes y los gritos
destemplados de septiembre que para una conformación política que luche
por la justicia.
Sin
embargo, este discurso de Allende es especialmente importante porque en
él se enarbola una crítica a los universitarios que olvidan la
responsabilidad social que cualquiera debe tener, pero que es aún más
necesaria hablando de gente que tiene la oportunidad de acceder a
espacios de educación superior.
Allende
habla de la necesidad de la conciencia social en un país en que las
universidades cada vez excluyen en mayor número a los que menos tienen.
Esta exclusión es hoy en día aún peor. También es importante ese
discurso que desde el marxismo se acerca al mensaje de Cristo cuando
éste echa a los mercaderes del templo. Un discurso que necesitamos
urgentemente en un México en que el Estado parece escuchar más a los
“Concejos asesores” de los empresarios más poderosos del país que a las
necesidades del pueblo. Un país en que el presidente invita a los
mercaderes a la rueda de prensa mañanera para contar con su espaldarazo
al gobierno, como pasó con Carlos Slim Helú (¿en serio no hay nadie que
se indigne que en un país con una de la mayores desigualdades del mundo, viva el hombre más rico del mundo?).
Si te interesó este texto, puedes leer el cuento 11 de septiembre: el golpe.
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