AMLO, Zizek y el pensamiento como resistencia II
Por Luis Ramírez Trejo (Homo vespa)
Si deseas leer la primera parte de este ensayo da click aquí.
Diatriba contra las almas bellas
Los defensores de la izquierda electoral
argumentan que todo intento de transformar la realidad de manera pacífica sólo
es posible apoderándose del gobierno mediante las urnas. En una sociedad tan
desigual y heterogénea, esto sólo se logra haciendo negociaciones con grupos
que no comparten los ideales defendidos, pero que pueden apoyar una iniciativa
de izquierda por el beneficio que obtendrían de ella. Negarse a esa realidad,
argumentan, es una forma de ingenuidad; acaso una muestra de purismo: el fin justifica
los medios. El espíritu realista y pragmático aconseja: no debemos exagerar
nuestros escrúpulos a riesgo de que nos mantengamos plenos de pureza, pero sin
ninguna posibilidad de transformación social.
Es innegable que hay una lógica
coherente en este razonamiento. Siempre ha sido muy confortable mantenerse en
el castillo de los conceptos, ese mundo cartesiano de ideas claras y distintas
en el que uno puede devanar la revolución ideal. Zizek suele acusar, con
justicia, a amplios sectores de la izquierda radical a la que pertenece
—instalados en la comodidad del activismo, los gabinetes universitarios, las
oficinas editoriales y los bares revolucionarios— de no participar en ninguna
forma de política que no cumpla con las condiciones históricas para una
transformación revolucionaria. En México, muchos de los grupos que por años han
criticado y desdeñado con arrogancia al amloísmo o a cualquier otra perspectiva
de transformación por vía electoral corresponden a esta descripción. Algunos,
en medio de un bostezo, aún esperan que las contradicciones inherentes del
capitalismo terminen por colapsarlo.
Por desgracia, los conceptos y deseos
inmaculados que residen en las almas bellas no han causado hasta el momento
ninguna revolución ni transformación de la realidad. Esperar hasta que haya
condiciones históricas propicias se parece demasiado a esperar el advenimiento
de la redención por el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La
teología es una forma de conocimiento tan respetable como cualquir otra, pero
no parece especialmente adecuada cuando se vive en un país inmerso en la
masacre.
Por lo tanto, es inútil encerrarse en
alguna fortaleza idealista de la arrogancia revolucionaria. A pesar de las
limpísimas creencias de las almas bellas, el pensamiento político no es un
conjunto de conceptos transparentes e inmutables que encajan en la mente como
piezas de lego. En la política, los conceptos se desbordan por la práctica y
ésta es siempre transformada por conceptos que nunca son fijos. En todo caso, si
se ha de hablar de “pensamiento político”, debe ser en el entendido que ello
apela de manera obligatoria a ideas, pasiones, emociones y prácticas que se
mezclan como remolinos impacientes en la lucha por la justicia.
En ese sentido, la abstracción de una
pureza revolucionaria no es ninguna opción. Los humanos nunca hemos sido puros
y no es deseable que lo pretendamos: ni lo fueron el Ché Guevara, Rosa de
Luxemburgo, Emiliano Zapata o Nelson Mandela ni lo son los zapatistas, el CIG o
Marichuy.
No obstante, la acusación es casi
siempre falsa. Las objeciones radicales a la política de López Obrador no se
han anclado ni necesitan anclarse en ningún purismo. El problema es otro: la
negligencia al pensar la relación entre los medios y los fines.
En todos los proyectos políticos se
toman decisiones prácticas, pero es tremendamente peligroso permitir que el
mero pragmatismo se imponga a los principios que le dan vida a los ideales de
justicia que se pretenden. Una política auténtica, que es la que aquí nos interesa,
no es pura; sino que hace un esfuerzo permanente porque medios y fines sean
consonantes entre ellos en la búsqueda indeclinable de la justicia. Ese es,
posiblemente, el único sello distinguible de una política de izquierda.
AMLO: la no izquierda
Sin
embargo, lo que hizo la candidatura pragmática de AMLO fue desaparecer el
esfuerzo de consonancia entre medios y fines en importantes ámbitos de su
práctica política. Para explicarlo con uno de los ejemplos más obvios se puede
apelar a las palabras del entonces candidato para justificar la inclusión de
cualquier sátrapa en el proyecto de MORENA, con tal de que se aportaran votos o
influencia para ganar la presidencia a como diera lugar:
“Todo
el que está en el PRI, pero se arrepiente de todo lo que hizo mal y decide
pasarse a Morena, puede ser perdonado. Al momento que se sale del PRI se
limpió”[1].
Es
decir: con el fin de ganar, no es importante ponderar los medios de quienes se
unen a nosotros. Cualquier cuestionamiento sobre la pertinencia de esos medios
es descartado por irrelevante. El beatífico perdón de AMLO es parte de una
forma de política pragmática generalizada cuyos resultados devinieron en
cerrazón de pensamiento, clausura de indagación, abandono de la crítica.
En
este escenario, no quedan claros los costos de un pragmatismo tan extremo: ¿no
será que medios como a los que ha acudido MORENA evitan alcanzar cualquier fin
que valga la pena? ¿Es en verdad la única opción que tenemos?
Zizek
ofrece una alternativa más razonable en el contexto de las elecciones en
Colombia de este año, en las que participó el ex-guerrillero Gustavo Petro,
candidato por una coalición de izquierdas[2]. El esloveno argumenta que aunque
nuestra realidad demanda cambios radicales, eso no excluye que se puedan
conseguir de diversas formas. Propone, de manera clara, combinar un pragmatismo
(incluso electoral) de uso inmediato con perspectivas irrenunciables de
justicia y emancipación a largo plazo. No obstante, Zizek explica que para que
sea posible una transformación real por vía electoral, se necesita una
iniciativa de izquierda que realmente lo sea. El filósofo ha gastado muchísimos
pixeles en criticar, por ejemplo, la corrupción de la social-democracia
europea; pero defiende discretamente la política de Evo Morales en Bolivia o
Lula da Silva en Brasil.
Por
desgracia, incluso desde este pragmatismo zizekiano, MORENA parece bastante
lejana a las corrientes del valioso y fresco populismo izquierdista [3] que
irrumpieron primero en Suramérica y que luego conocieron un auge dudoso en
Europa. La propuesta política del Proyecto de Nación 2018-2024 de AMLO y MORENA
es una forma de capitalismo plenamente funcional con el neoliberalismo en
boga [4]. No hace ni siquiera el intento de enmascarar su vocación capitalista:
una propuesta mucho más pobre, sucia y deslavada que los proyectos populistas
que se mencionaron antes y que, a estas alturas, ya han sido duramente
imprecados desde la izquierda en los países en que se han desarrollado. En
términos de práctica política, MORENA es un partido con una valiosa base
popular, pero en el cual las decisiones más importantes se toman en la cúpula
pragmática que extiende su influencia con las prácticas priistas en que AMLO y
su camarilla tan bien se entrenaron por décadas.
Un
partido atrapalo-todo siempre dispuesto a cooptar, al más puro estilo priista,
a todo el que esté dispuesto a ello; desde cuadros de derecho hasta luchadores
sociales, por ejemplo, Germán Martínez Cázares, Gabriela Cuevas, Tatiana
Clouthier, Nestora Salgado, El Mijis, Alejandro Solalinde u Omar García
Velázquez, por nosmbrar algunos de los más visibles. Después de tres intentos y
más de doce años de campaña, López Obrador concluyó que fuera del pragmatism
rampante no hay otra forma de llegar al poder. Seguramente, el tabasqueño no se
equivocó.
Ante
esta claudicación, el ciudadano de izquierda, morenista o no, se pregunta en su
fuero interno, sin querer escucharse a sí mismo demasiado, ¿de qué sirve
denunciar por décadas a la “mafia en el poder” si para llegar al poder se
termina por usar la misma indumentaria de esa mafia: la negociación
inconfesable en lo obscurito, el clientelismo, la ambigüedad política, el
entreguismo a los capitalistas, el aplauso a las televisoras, etc.? ¿En este
ejercicio de travestismo no se termina siendo igual a lo que se intenta
combatir?
La
conclusión posible y nada cómoda para un izquierdista es que, en rigor, lo que
AMLO encabeza —más que a las políticas progresistas de Lula, Evo Morales,
Podemos o Syriza— se parece muchísimo a la corrupción de esa social-democracia
neoliberal que Zizek rechaza. Si no hay una izquierda, aún pragmática pero auténtica,
las elecciones se dan entre distitnos tipos de derecho difícilmente
distinguibles unos de otros. ¿Qué se hace ante una falsa elección a la que se
accede solo por falta de alternativas reales, hartazgo o desesperación? En el
caso del neoliberalismo de Macron y el neofascismo de Le Pen, opciones mucho
más distinguibles unas de otras que las del caso mexicano, Zizek concluye:
“Hemos
alcanzado así el punto más bajo de nuestras vidas políticas: una pseudo-
elección si es que alguna vez hubo una.”
“En
la situación desesperada en que nos encontramos, enfrentados a una falsa
elección, deberíamos reunir el coraje y simplemente abstenernos de votar.
Abstenerse y empezar a pensar.” [5]
1.
AMLO abre las puertas de MORENA a priistas arrepentidos.
SDPnoticias
02/02/2016. Consultado el 11/07/2018.
3
Es
importante hacer notar de que a pesar de que el término “populismo”
ha sido pobremente discutido en México, hay una corriente de
pensamiento que halla en él la posibilidad de un cambio real
de
izquierda. Una
inspiración,
en algunos casos declarada, son los trabajos de Ernesto Laclau y
Chantal Mouffe. Por
ejemplo:
Laclau,
E. La Razón Populista.
Argentina: Fondo de Cultura Económica. 2005.
4
El
Proyecto
de
Nación
2018-2024
en
su
versión
íntegra
se
puede
obtener
en
este enlace.
Un
análisis
crítico fue publicado por Alejandro de Coss en la Revista Cuadrivio
el 31/05/2018: AMLO o la contradictoria continuidad del capitalismo.
Consultado
el
11/07/2018.
5
Zizek, S. El
Chantaje liberal. Página12. 06/05/2017. Consultado el
11/07/2018.
Lee la tercera parte: AMLO, Zizek y el pensamiento como resistencia III
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