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jueves, 2 de agosto de 2018

AMLO, Zizek y el pensamiento como resistencia II

AMLO, Zizek y el pensamiento como resistencia II

Por Luis Ramírez Trejo (Homo vespa)


Si deseas leer la primera parte de este ensayo da click aquí.

Diatriba contra las almas bellas


Los defensores de la izquierda electoral argumentan que todo intento de transformar la realidad de manera pacífica sólo es posible apoderándose del gobierno mediante las urnas. En una sociedad tan desigual y heterogénea, esto sólo se logra haciendo negociaciones con grupos que no comparten los ideales defendidos, pero que pueden apoyar una iniciativa de izquierda por el beneficio que obtendrían de ella. Negarse a esa realidad, argumentan, es una forma de ingenuidad; acaso una muestra de purismo: el fin justifica los medios. El espíritu realista y pragmático aconseja: no debemos exagerar nuestros escrúpulos a riesgo de que nos mantengamos plenos de pureza, pero sin ninguna posibilidad de transformación social.

 
Es innegable que hay una lógica coherente en este razonamiento. Siempre ha sido muy confortable mantenerse en el castillo de los conceptos, ese mundo cartesiano de ideas claras y distintas en el que uno puede devanar la revolución ideal. Zizek suele acusar, con justicia, a amplios sectores de la izquierda radical a la que pertenece —instalados en la comodidad del activismo, los gabinetes universitarios, las oficinas editoriales y los bares revolucionarios— de no participar en ninguna forma de política que no cumpla con las condiciones históricas para una transformación revolucionaria. En México, muchos de los grupos que por años han criticado y desdeñado con arrogancia al amloísmo o a cualquier otra perspectiva de transformación por vía electoral corresponden a esta descripción. Algunos, en medio de un bostezo, aún esperan que las contradicciones inherentes del capitalismo terminen por colapsarlo.
 
Por desgracia, los conceptos y deseos inmaculados que residen en las almas bellas no han causado hasta el momento ninguna revolución ni transformación de la realidad. Esperar hasta que haya condiciones históricas propicias se parece demasiado a esperar el advenimiento de la redención por el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La teología es una forma de conocimiento tan respetable como cualquir otra, pero no parece especialmente adecuada cuando se vive en un país inmerso en la masacre.
 
Por lo tanto, es inútil encerrarse en alguna fortaleza idealista de la arrogancia revolucionaria. A pesar de las limpísimas creencias de las almas bellas, el pensamiento político no es un conjunto de conceptos transparentes e inmutables que encajan en la mente como piezas de lego. En la política, los conceptos se desbordan por la práctica y ésta es siempre transformada por conceptos que nunca son fijos. En todo caso, si se ha de hablar de “pensamiento político”, debe ser en el entendido que ello apela de manera obligatoria a ideas, pasiones, emociones y prácticas que se mezclan como remolinos impacientes en la lucha por la justicia.
 
En ese sentido, la abstracción de una pureza revolucionaria no es ninguna opción. Los humanos nunca hemos sido puros y no es deseable que lo pretendamos: ni lo fueron el Ché Guevara, Rosa de Luxemburgo, Emiliano Zapata o Nelson Mandela ni lo son los zapatistas, el CIG o Marichuy.
 
No obstante, la acusación es casi siempre falsa. Las objeciones radicales a la política de López Obrador no se han anclado ni necesitan anclarse en ningún purismo. El problema es otro: la negligencia al pensar la relación entre los medios y los fines.

 En todos los proyectos políticos se toman decisiones prácticas, pero es tremendamente peligroso permitir que el mero pragmatismo se imponga a los principios que le dan vida a los ideales de justicia que se pretenden. Una política auténtica, que es la que aquí nos interesa, no es pura; sino que hace un esfuerzo permanente porque medios y fines sean consonantes entre ellos en la búsqueda indeclinable de la justicia. Ese es, posiblemente, el único sello distinguible de una política de izquierda.


AMLO: la no izquierda
Sin embargo, lo que hizo la candidatura pragmática de AMLO fue desaparecer el esfuerzo de consonancia entre medios y fines en importantes ámbitos de su práctica política. Para explicarlo con uno de los ejemplos más obvios se puede apelar a las palabras del entonces candidato para justificar la inclusión de cualquier sátrapa en el proyecto de MORENA, con tal de que se aportaran votos o influencia para ganar la presidencia a como diera lugar:

 “Todo el que está en el PRI, pero se arrepiente de todo lo que hizo mal y decide pasarse a Morena, puede ser perdonado. Al momento que se sale del PRI se limpió”[1].
 
Es decir: con el fin de ganar, no es importante ponderar los medios de quienes se unen a nosotros. Cualquier cuestionamiento sobre la pertinencia de esos medios es descartado por irrelevante. El beatífico perdón de AMLO es parte de una forma de política pragmática generalizada cuyos resultados devinieron en cerrazón de pensamiento, clausura de indagación, abandono de la crítica.

En este escenario, no quedan claros los costos de un pragmatismo tan extremo: ¿no será que medios como a los que ha acudido MORENA evitan alcanzar cualquier fin que valga la pena? ¿Es en verdad la única opción que tenemos?
 
Zizek ofrece una alternativa más razonable en el contexto de las elecciones en Colombia de este año, en las que participó el ex-guerrillero Gustavo Petro, candidato por una coalición de izquierdas[2]. El esloveno argumenta que aunque nuestra realidad demanda cambios radicales, eso no excluye que se puedan conseguir de diversas formas. Propone, de manera clara, combinar un pragmatismo (incluso electoral) de uso inmediato con perspectivas irrenunciables de justicia y emancipación a largo plazo. No obstante, Zizek explica que para que sea posible una transformación real por vía electoral, se necesita una iniciativa de izquierda que realmente lo sea. El filósofo ha gastado muchísimos pixeles en criticar, por ejemplo, la corrupción de la social-democracia europea; pero defiende discretamente la política de Evo Morales en Bolivia o Lula da Silva en Brasil.
 
Por desgracia, incluso desde este pragmatismo zizekiano, MORENA parece bastante lejana a las corrientes del valioso y fresco populismo izquierdista [3] que irrumpieron primero en Suramérica y que luego conocieron un auge dudoso en Europa. La propuesta política del Proyecto de Nación 2018-2024 de AMLO y MORENA es una forma de capitalismo plenamente funcional con el neoliberalismo en boga [4]. No hace ni siquiera el intento de enmascarar su vocación capitalista: una propuesta mucho más pobre, sucia y deslavada que los proyectos populistas que se mencionaron antes y que, a estas alturas, ya han sido duramente imprecados desde la izquierda en los países en que se han desarrollado. En términos de práctica política, MORENA es un partido con una valiosa base popular, pero en el cual las decisiones más importantes se toman en la cúpula pragmática que extiende su influencia con las prácticas priistas en que AMLO y su camarilla tan bien se entrenaron por décadas.
 
Un partido atrapalo-todo siempre dispuesto a cooptar, al más puro estilo priista, a todo el que esté dispuesto a ello; desde cuadros de derecho hasta luchadores sociales, por ejemplo, Germán Martínez Cázares, Gabriela Cuevas, Tatiana Clouthier, Nestora Salgado, El Mijis, Alejandro Solalinde u Omar García Velázquez, por nosmbrar algunos de los más visibles. Después de tres intentos y más de doce años de campaña, López Obrador concluyó que fuera del pragmatism rampante no hay otra forma de llegar al poder. Seguramente, el tabasqueño no se equivocó.

Ante esta claudicación, el ciudadano de izquierda, morenista o no, se pregunta en su fuero interno, sin querer escucharse a sí mismo demasiado, ¿de qué sirve denunciar por décadas a la “mafia en el poder” si para llegar al poder se termina por usar la misma indumentaria de esa mafia: la negociación inconfesable en lo obscurito, el clientelismo, la ambigüedad política, el entreguismo a los capitalistas, el aplauso a las televisoras, etc.? ¿En este ejercicio de travestismo no se termina siendo igual a lo que se intenta combatir?

 La conclusión posible y nada cómoda para un izquierdista es que, en rigor, lo que AMLO encabeza —más que a las políticas progresistas de Lula, Evo Morales, Podemos o Syriza— se parece muchísimo a la corrupción de esa social-democracia neoliberal que Zizek rechaza. Si no hay una izquierda, aún pragmática pero auténtica, las elecciones se dan entre distitnos tipos de derecho difícilmente distinguibles unos de otros. ¿Qué se hace ante una falsa elección a la que se accede solo por falta de alternativas reales, hartazgo o desesperación? En el caso del neoliberalismo de Macron y el neofascismo de Le Pen, opciones mucho más distinguibles unas de otras que las del caso mexicano, Zizek concluye:
 
“Hemos alcanzado así el punto más bajo de nuestras vidas políticas: una pseudo- elección si es que alguna vez hubo una.”

 “En la situación desesperada en que nos encontramos, enfrentados a una falsa elección, deberíamos reunir el coraje y simplemente abstenernos de votar. Abstenerse y empezar a pensar.” [5]



1. AMLO abre las puertas de MORENA a priistas arrepentidos. SDPnoticias 02/02/2016. Consultado el 11/07/2018.
2 Zizek. Las elecciones en Colombia. 2018. Entrevista en Youtube. Consultado el 11/07/2018.
3 Es importante hacer notar de que a pesar de que el término “populismo” ha sido pobremente discutido en México, hay una corriente de pensamiento que halla en él la posibilidad de un cambio real de izquierda. Una inspiración, en algunos casos declarada, son los trabajos de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Por ejemplo:
Laclau, E. La Razón Populista. Argentina: Fondo de Cultura Económica. 2005.
4 El Proyecto de Nación 2018-2024 en su versión íntegra se puede obtener en este enlace. Un análisis crítico fue publicado por Alejandro de Coss en la Revista Cuadrivio el 31/05/2018: AMLO o la contradictoria continuidad del capitalismo. Consultado el 11/07/2018.
5 Zizek, S. El Chantaje liberal. Página12. 06/05/2017. Consultado el 11/07/2018.

Lee la tercera parte: AMLO, Zizek y el pensamiento como resistencia III

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