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jueves, 7 de febrero de 2019

Estancias infantiles y AMLOísmo neoliberal

Estancias infantiles y AMLOísmo neoliberal


 Foto: Tomada de Twitter @monicaferbal
Carlos Urzua, secretario de Hacienda y Crédito Público, justifica el recorte presupuestal a las estancias infantiles declarando que “la abuela va a cuidar –mucho mejor- a los niños y niñas que las propias estancias infantiles”. Ante tan oronda declaración,  me pregunto a cuántos nietos habrá cuidado, de manera continua, el propio Don Carlos a sus más de 60 años. Me pregunto, si no es más bien como casi todos los hombres en este país que acaso “le echan un ojito” a sus propios hijos o nietos; pero que encuentran, debajo de cualquier servilleta, el pretexto perfecto para endilgarle a las mujeres cercanas casi la totalidad de la educación, cuidado, y atención a los infantes. En concreto, ¿qué tanto sabe realmente Don Carlos de lo que demanda cuidar a pequeños? 

En todo caso, que un secretario de Estado salga a decir que las abuelas cuidan mejor a los niños y que es mejor darle dinero directamente a los padres, para justificar un recorte presupuestal a las estancias infantiles, no es otra cosa más que un pretexto conservador para que el Estado evada la responsabilidad que tiene de proveer no sólo “cuidado”, sino sistemas de atención nutricional, educativa, deportiva, emocional y psico-pedagógica que aseguren el pleno desarrollo de los infantes, independientemente de si las familias quieren o pueden subsanar esos ámbitos. Siguiendo la misma lógica perversa, no hay razón para no adjudicarle dinero directamente a las familias para que paguen colegiaturas y desaparecer la educación pública. Eso es justamente lo que los neoliberales han propuesto siempre.
Si al gobierno de veras le interesaran los niños debería, en todo caso, anunciar la desaparición del sistema de subrogación para garantizar el acceso universal y encargarse de manera directa, equitativa y completa de la administración, subvención y vigilancia de las estancias infantiles. ¿Qué no hay dinero? Mentira: lo que sucede es que está mal distribuido. Que se establezcan tasas de impuestos progresivas para que los Carlos Slim, los Emilios Azcarraga, los Carlos Salinas Pliego, los Albertos Bailleres, etc.  por fin dejen de acaparar legalmente la riqueza de este país. Alcanzaría, sin duda, para estancias infantiles, hospitales y escuelas del mejor nivel del mundo. Eso sería gobernar con un horizonte de igualdad. 

En el México del amloísmo neoliberal ―en el que casi siempre se exige el trabajo explotador de jornada completa dentro o fuera de la casa de padres, madres, abuelas, tíos, etc.― un recorte así no es otra cosa que la renuncia a una de las obligaciones del gobierno para ahorrar recursos y re-dirigirlos a los programas que puedan rendirle electoralmente. Por desgracia, los bebes no tienen credencial de elector y los padres ya están acostumbrados a que aplasten sus derechos y los de sus hijos. 

Nota de Proceso:

Este trabajo forma parte del proyecto Homo vespa: un proyecto de autonomía editorial que publica y difunde contenidos inéditos de política, filosofía, literatura y crítica social. Para adherirte al proyecto suscríbete y recibe todas las publicaciones a tu correo en formato de libro electrónico y distintos beneficios por tarifa. Hay suscripciones desde 50 pesos mensuales. ¿Prefieres no hacer pagos por Internet? Escribe en nuestra página de seguidores o a ometeotlram@yahoo.com.mx y pregunta por las opciones de pago en OXXO o por transferencia bancaria.


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miércoles, 6 de febrero de 2019

UNAM 1999: la huelga y la memoria

UNAM 1999: la huelga y la memoria

¡Qué lo vengan a ver! ¡Qué lo vengan a ver!
Eso no es un rector es una puta de cabaret.” (vox populi dixit, 1999)

Francisco Barnés de Castro fue un químico que llegó a la rectoría de la UNAM en 1997 con aún menos habilidades políticas que méritos académicos. No es extraño: las virtudes que más premia la burocracia universitaria a esos niveles son saber cuando alinearse, saber cuando no hacer olas, y saber cuando defender los intereses del gobierno que te pone en el puesto. Sin embargo, Barnés no logró imponer las cuotas en la UNAM como lo requería el gobierno en 1999. Las torpezas de porro bravucón ya no servían de nada con el conflicto estudiantil atascado en noviembre de ese año. Barnés era un elefante epiléptico en cristalería y se necesitaba un caballero. Juan Ramón de la Fuente fue el cambio ideal antes de los penales. Sonriente, afable y comprensivo, Juan Ramón promovió, con habilidad insuperable, un plebiscito dirigido a la comunidad universitaria, que después utilizaría Ernesto Zedillo Ponce de León para legitimar la entrada de la Policía Federal Preventiva (PFP) a Ciudad Universitaria con el fin de reprimir a los estudiantes y romper la huelga.

El seis de febrero del año 2000 ingresaron, a Ciudad Universitaria, alrededor de 2 mil 260 elementos de la mencionada PFP para terminar con una huelga que había comenzado casi un año antes. Cientos de estudiantes terminaron presos bajo cargos que iban desde el despojo hasta el motín y el terrorismo. Para las antologías de la infamia o la estupidez periodística quedan las escenas de Joaquín López Dóriga exhibiendo un taladro en la mano como un ejemplo de las “armas” encontradas a los estudiantes.

Los que por suerte escapamos aquel día organizamos, en los meses subsiguientes, marchas tristísimas, mítines desolados y boteos de desespero: pedíamos que nuestros compañeros salieran de la cárcel. No había nadie que no caminara contrariado, lloroso, lleno de ira y desatino. La verdad no histórica, que es la que siempre tiene tintes de verdad, es que Juan Ramón de la Fuente usó ese plebiscito como el que usa una piñata bien pintada para esconder una granada.

Con un par de golpes maestros, el refinado rector de la UNAM le enseñó a toda mi generación como se conduce un político «eficiente». Aprendimos, desde entonces, a desconfiar de la eficiencia política.

Es cierto, para entonces la huelga había durado quizá demasiados meses y el Consejo General de Huelga (CGH) estaba más que fragmentado. Los medios de comunicación se habían empeñado en reducir las distintas corrientes de pensamiento a una división maniquea y dicotómica: estudiantes y pseudo-estudiantes, huelguistas buenos y huelguistas malos, ultras y moderados. La realidad siempre fue mucho más compleja. Ser «moderado», por ejemplo, significó para muchos de nosotros participar sin reservas en la huelga y nunca dejarse cooptar por la izquierda institucional que tanto se había alimentado de la organización estudiantil previa, el llamado «CU histórico». Ahí estaban, ya desde entonces, los Fernando Belaunzarán, los Oscar Moreno, los Adolfo Llubere, para dar clases de como pudrirse en las cloacas de la política partidaria.

A pesar o gracias a su carencia de liderazgos evidentes, el movimiento de la huelga de 1999 triunfó: detuvo las intenciones de establecer una educación de corte clientelar como la que se vive en buena parte de las universidades públicas y todas las privadas del país. Eso no significa que la UNAM no implementara después, por años, mecanismos de cobro ilegítimos en servicios de posgrado y licenciatura. No pocos de ellos aún perduran. En tiempos de neoliberalismo, la lucha por la educación gratuita es siempre un sendero por recorrer.

El piropo en boca propia puede que sepa a maldición, pero estoy convencido de que la UNAM y el país tienen, en la generación estudiantil de 1999, un ejemplo de quienes supieron arriesgar, cuando fue necesario, su pensamiento, su cuerpo, su (in)certidumbre mayoritariamente clase-mediera y sus intereses individuales. A ese movimiento aún le debemos una reflexión que trascienda las descalificaciones de la derecha enclavada en la burocracia universitaria y de la izquierda partidaria, en ese entonces perredista, que con todo cinismo, fue capaz de pactar con su silencio o franca colaboración la represión de los estudiantes. Las enseñanzas políticas de la huelga de la UNAM están aún por apreciarse. En nuestras manos y nuestra intransigencia en la lucha por la educación gratuita está la posibilidad de su permanente despliegue.

Huelga, huelga, cachún, cachún ra ra cachún, cachún ra ra. Huelga: Universidad…

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