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martes, 18 de julio de 2017

El Corpus de Cherán II

Corpus de Cherán II 


Unas 30 personas formadas en los flancos de la calle principal de Cherán se sitúan al frente de la multitud. El lapislázuli de las faldas de las mujeres y la pulcritud de las camisas de los hombres se combinan con cirios, crucifijos y banderas religiosas. Son los priostes: personas de la comunidad con ese cargo asignado por la Iglesia. Aparecen en muchas celebraciones de Corpus en todo el mundo. En Cherán, los priostes no acompañan en todo el trayecto a la procesión; caminan sólo el último tramo sobre la calle principal del pueblo. Graves y ceremoniosos, desfilan justo adelante de la imagen de San Anselmo. Detrás viene la marea que se hace y se deshace en remolinos mucho menos solemnes. Cientos de katáracuas y miles de personas que las acompañan danzan y cantan en algo más parecido a un carnaval que a un protocolo eclesiástico. Litros interminables de charape salen de garrafones de plástico para desaparecer en las gargantas. Para preparar charape primero se cuece tamarindo por un par de horas, se agrega azúcar y se retira del fuego. Con la generosidad solidaria del beodo experimentado, se agrega la cantidad de mezcal o tequila que se considere (in)conveniente. En la preparación que me tocó asistir, combinamos alrededor de litro y medio de tequila en una bota de unos 5 litros totales. Al final lo revolvimos con una porción de chile amargo, tostado y con un color que hace recordar a los oscuros moles de Oaxaca. El resultado es una bebida fuerte y seductora, refrescante y peligrosa, dulce y arrebatada.

El capote viene al frente. Se trata de un joven blanqueado de harina con un arreglo de palma seca sobre los hombros que baila como un insecto embelesado por el fuego. Se mueve excéntrico de un lado al otro de la calle. Mientras se muere de risa, azota con su mano el sombrero contra el piso. Grita: la gente lo secunda. Las gargantas desbocadas parecen convocar al viento, a la tierra, a la lluvia. La naturaleza paciente escucha; sin hacerse esperar entra sin miramientos en la comunidad. Sus puertas son las katáracuas: en ellas la tierra, los árboles, los panales de avispa, los animales; el monte completo decide hacer fiesta con el pueblo de Cherán. Zorros, armadillos, serpientes de cascabel, águilas, mapaches, halcones o búhos se bambolean desde lo alto de las katáracuas. La mayor parte están disecados. Otros se mueven, cautivos y desconcertados. Nadie se engaña: muchos de estos animales morirán este día; otros serán liberados por sus dueños temporales o vendidos en el mercado negro. La muerte también baila sin pudor; la vida la acompaña: como en todas partes, juntas se carcajean en el Corpus de Cherán.





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Este trabajo forma parte del proyecto Homo vespa: un proyecto de autonomía editorial que publica y difunde textos inéditos de política, filosofía, literatura y crítica social. Para adherirte al proyecto paga suscríbete y recibe todas las publicaciones a tu correo en formato de libro electrónico y distintos beneficios por tarifa. Hay suscripciones desde 50 pesos mensuales. ¿Prefieres no hacer pagos por Internet? Escribe en nuestra página de seguidores o a ometeotlram@yahoo.com.mx y pregunta por las opciones de pago en OXXO o por transferencia bancaria.

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jueves, 6 de julio de 2017

El Corpus de Cherán I

Corpus de Cherán I 


Según Santo Tomás de Aquino, la substancia de las manos, el vientre, el cuello, las rodillas, el cuerpo entero de Cristo, tiene la facultad de transferirse, por voluntad divina, al pan. Lo mismo sucede con el vino que recibe la esencia del color, de la textura, de las plaquetas, de los glóbulos blancos y rojos de la sangre de Jesucristo. Durante la Eucaristía, ese pan y vino sacro se disuelven en la boca de los fieles. El Corpus Christi es el festejo de ese exótico banquete que consiste en comerse el cuerpo en el que Dios se hizo hombre: una costumbre que alguno consideraría bárbara y sofisticada, propia de caníbales devotos de paladar exigente.

En el estado mexicano de Michoacán existe una comunidad famosa por su rebeldía política en la que esta, de por sí extraña festividad, cobra una dimensión inusitada. En Cherán, este año el Corpus Christi se celebró el 14 y 15 de junio, exactamente 60 días después del domingo de Resurrección. Como cada año, desde un mes antes decenas de hombres de la comunidad salieron a recolectar panales de avispas en honor al santo patrón de esta fiesta: San Anselmo de Canterbury. Para alcanzar su objetivo, pequeños de 12 años, adolescentes llenos de brío, y hombres experimentados, deben escalar decenas de metros sobre la superficie de árboles descomunales. Lo hacen sin más ayuda que una cuerda y acaso un par de ganchos. Una vez logrado su botín, acomodan los panales por decenas en una estructura de madera que adornan con orquídeas silvestres, ramas de plantas, y animales disecados o vivos. Cientos de katáracuas, como se conoce a estos extraños arreglos rituales, salen a bailar sobre las espaldas de sus dueños el día de Corpus. 

Este ensayo fotográfico y esta breve entrevista conforman una de las dos notas preliminares a la crónica que, con motivo de este festejo, llevamos a cabo en Homo vespa.

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