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viernes, 9 de marzo de 2012

Nierika


Nierika son los rombos multicolores que se consagran en las ofrendas; pero un Nierika también puede estar en el manantial que se encuentra en el desierto; en el sol que como un ojo de dios se asoma al universo; en el gesto del cantador que en los rituales se comunica con los ancestros; en cualquier lugar donde se abra una ventana, una puerta, un umbral en el que lo divino y lo humano dialoguen para reconocerse el uno al otro. 

Dicen los wixaritari que el Nierika es el ojo del conocimiento y lo invisible, el de los ancestros y sus entrañas, el de la sangre y el universo.

Cuando un hombre se calla y acaricia con cuidado las caderas de una mujer, el Nierika de las caderas se acuesta como un cachorro entre las manos.

El hombre entonces se asoma: puede morder en ellas el júbilo, encender la risa quieta, tranquilizar la piel.

Las caderas se vuelven pozos, jícaras, ventanas: se vuelven el Nierika con que los hombres miran la madrugada.







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