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miércoles, 20 de marzo de 2019

De carnitas y otras demagogias


De carnitas y otras demagogias



Suelo creer que es saludable evitar las tonterías del chismorreo mediático, pero a veces es imposible. Recientemente, la senadora de MORENA Jesusa Rodríguez, en un arranque de abuso gastronómico de la Historia, declaró que cada que comemos tacos de carnitas "celebramos la caída de Tenochtitlán”. 

Por supuesto, la morenista ignora que una verdadera “celebración” tiene un carácter social, ritual y dinámico que la sustrae del vértigo de lo cotidiano; de otra forma, deja de ser justo eso: una celebración. Si la gente celebra los quince años es porque son excepcionales: su significado es singular. Tal y como son singulares los cumpleaños, el día de la independencia, la celebración de los Santos Patronos o los carnavales: usted no encuentra ninguna de esas celebraciones en cualquier puesto de la esquina. Si hubiera que hacerle caso a la folclórica antropología de la insigne senadora, no hay razón para no concluir ―en estricta lógica Jesusaiana― que, así como cada mordida a un taco de carnitas celebra la caída de la ciudad mexica, cada que hablamos castellano también “celebramos” la matanza de decenas de miles de mexicas, totonacas o mixes. Es más, en estricta lógica de “reina chula”, y dado que nuestra cultura siempre mezcla elementos prehispánicos y españoles, me pregunto si los mexicanos tendríamos alguna actividad cotidiana en la que no “celebremos” algún crimen de la Conquista.  

Mucho más importante, en el fondo del no pensamiento de la morenista campea el mito del indígena inocente y siempre aplastado por el conquistador: la eterna victimización de los pueblos prehispánicos. Como si la mayor parte de los ejércitos conquistadores no hubieran estado conformados por indígenas (tepoaltecas y tlaxcaltecas, por ejemplo) hartos de los abusos del imperio mexica. Más aún: ahora resulta que fueron los españoles los que trajeron una cultura violenta que hasta en la dieta dejó inscrita su impronta. Como si los mexicas y el resto de las culturas precolombinas hubieran sido una bella confederación de hippies que rechazaran toda forma de violencia y no poblaciones poderosas y muchas veces expansionistas como los imperios de cualquier otra latitud en el mundo. Aunque a algunos les pueda parecer incómodo aceptarlo, es dudoso que los mexicas convencieran exclusivamente con su palabra y poesía a los pueblos subordinados para que les rindieran tributo. In xochitl in cuicatl, la flor y el canto, no impidió que los territorios indígenas fueran, desde antes de la llegada de los españoles, escenarios de sanguinarias conquistas y reconquistas entre los distintos pueblos que los habitaban.   

En todo caso, si en esos errores andamos de encontrar en la Historia lo que somos como mexicanos, un mínimo de rigor nos tendría que llevar a aceptar que estamos conformados por nuestros ancestros españoles tanto como por nuestra raíz indígena, y que ni todo lo malo ni todo lo bueno nos vino de una u otra herencia. Parece una verdad  de Perogrullo, pero aceptar lo anterior sin resentimiento ayudaría no poco. ¿No será hora de dejar de hablar de los españoles violentos, malolientes y asesinos que aplastaron a los limpios, bondadosos y siempre puros indígenas? ¿No será hora de aceptar que esos asesinos peninsulares también son parte de nuestra ancestral cultura? 

La Conquista era inevitable, pues de no haber sido los españoles habrían sido los ingleses, los holandeses, los franceses o cualquier otro europeo los que la llevaran a cabo. Aceptar su inevitabilidad no cambia un ápice el martirio infligido a las comunidades nativas, pero permite entender que la Historia de la humanidad no conoce inocentes. Todos los imperios expresaron distintas formas de explotación y desdén hacia los territorios conquistados, eso incluye a los imperios asesinos que ya existían entre los indígenas antes de la conquista. Además, sin la conquista no sólo no habría matanza colonial, sino tampoco tendríamos ni Juan Ruiz de Alarcón ni Sor Juana Inés de la Cruz ni Emiliano Zapata ni el México mayoritariamente mestizo y racista en el que vivimos. Los cerdos de las carnitas los trajeron los españoles; también esta bella lengua con la que usted lee y yo escribo.  

Finalmente, no pocas veces sospecho que posiciones como la de Jesusa Rodríguez lo único que buscan es abusar de la Historia para distraer de los atropellos que hoy en día siguen sufriendo las comunidades indígenas. Atropellos como los del despojo de la hidroeléctrica en Huexca, el tren maya, el corredor transístmico, las explotaciones mineras, etc. Todos ellos son planes orquestados por el partido político al que pertenece Jesusa. Al parecer, a esta gente le encanta distraer la atención con el uso ridículo de la Historia para justificar el uso depredador de la política. 
Así pues ¡No haga usted caso de la demagogia de los políticos!: cada que usted se come un taco de buche, de barriga o chamorro no está celebrando más que la alegría íntima de su estómago ante tal delicia. ¡Apárteme dos de nenepil para el huequito!  

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