Arturo Anguiano y las inercias en la UAM
Una breve nota sobre una huelga UAMera
Una breve nota sobre una huelga UAMera
Por Luis
Ramírez Trejo (Homo vespa)
Confieso
que mi reciente ingreso como profesor a la Universidad Autónoma Metropolitana,
no me ha permitido entender a cabalidad las corrientes políticas que se mueven
en el vientre siempre complejo de un movimiento laboral. Aunque he seguido las
noticias y acudido a algunas de las movilizaciones, no me siento con la competencia
para escribir sobre una huelga que, en principio, me parece tan entrampada como
legítima. Sin embargo, desde hace rato, llegué a algunas de las conclusiones que compartió en redes sociales el Dr. Arturo Anguiano, profesor-investigador
de la UAM Xochimilco. Republicamos abajo ese comentario con la generosa anuencia del doctor Anguiano.
Me parece
especialmente acertado cuando sugiere que un error del movimiento laboral fue
cifrar demasiadas esperanzas en el gobierno de André Manuel López Obrador y su
retórica antineoliberal que no parece ser fundamento de acciones de gobierno.
Hace poco
más de una semana entrevisté a Susana Prieto Terrazas, la abogada asesora del
movimiento maquilador de Matamoros 20/32 en Tamaulipas. Este movimiento agrupó
al menos a 47 huelgas que involucraron a unas 90 empresas en una de las zonas
más golpeadas por el neoliberalismo de las últimas tres décadas. Al final de la
larga entrevista que aún no publico, Susana expresó exactamente un escepticismo
similar al de Arturo Anguiano sobre la político laboral del presente gobierno:
“viendo
las últimas declaraciones de AMLO que dijo [más o menos] “que no vamos a permitir que se lesionen los
intereses de las empresas” por más legítimas que puedan parecer las demandas
laborales"
“Creo que
AMLO no va a resistir el peso del dinero. Pienso que Andrés Manuel López
Obrador se está inclinando hacia un poder económico para conservar su poder
político.”
Susana Prieto Terrazas (Abogada y activista social).
Como es evidente,
una cosa es declarar la “abolición del neoliberalismo” y otra muy distinta tener
una política real que promueva y respete los derechos colectivos de los
trabajadores.
Romper las inercias en la UAM
Comentario republicado con el permiso de
Arturo
Anguiano (Profesor-investigador de UAM-Xochimilco)
Todo
parece indicar que va a cumplirse la amenaza-reto del dirigente del Situam de
romper el récord de 63 días de huelga en la Universidad Autónoma Metropolitana
en 2008. Siempre ha sido difícil gestionar las huelgas y por eso siempre es
indispensable pensar bien sus posibilidades, pues las inercias y polarizaciones
que se suscitan postergan casi invariablemente cualquier desenlace favorable
tanto a los trabajadores (empleados y profesores) como a las autoridades
universitarias. No cuestiono la legitimidad del sindicato, del cual me
considero fundador y militante (aunque ahora no activo) ni mucho menos la
legalidad de la huelga, por más que afecte sin remedio procesos de enseñanza e
investigación y victimice a decenas miles de alumnos y alumnas de la
Universidad. Generalmente se recuperan los ritmos y los programas escolares
acaban por cumplirse a destiempo pero de forma efectiva. Así que el daño se
subsana y puede traducirse en cierto aprendizaje y experiencia o al menos
sensibilización sobre la problemática del trabajo que, luego como egresados,
los estudiantes podrán sin duda vivir. El problema es que ahora parece que se
acaba el tiempo y el año no da para reponer un trimestre que se disuelve en el
aire.
A riesgo de desatar polémica y cosechar condenas, me resulta evidente que la huelga en la UAM este año tiene el sello de las inusitadas esperanzas del Situam en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su retórica sobre el fin del neoliberalismo y la necesaria recuperación salarial. Lo mismo el pretendido combate contra la corrupción, identificada con salarios de los funcionarios que considera desmesurados, si bien en realidad el sindicato se refiere a las compensaciones y primas. Por consecuencia, en la revisión salarial se apostó a romper el tope salarial que desde hace décadas nos impusieron los distintos gobiernos neoliberales (aunque López Portillo los inaugura) y a pesar de que la la UNAM ya se había definido con 3.35 por ciento. Para darle densidad a la demanda, se emplazó igualmente por violaciones al contrato colectivo de trabajo, básicamente relacionadas con plazas administrativas o manuales, pero a mi parecer siempre es absurdo plantear una huelga por este motivo. Las violaciones por parte de la administración son cotidianas, motivadas por diversas razones, y el sindicato debe confrontarlas en su momento; si se acumulan al grado de necesitar un emplazamiento de huelga, simplemente revelan la falta de atención a esa problemática, la desmovilización de los trabajadores y, sobre todo, la ausencia de vida colectiva en el sindicato.
Desde el inicio del insólito estallido de la huelga (estimulado igualmente por las huelgas obreras en Matamoros), las negociaciones mostraron el absurdo de pretender romper el tope salarial sólo en la UAM, cuando se trata de una política gubernamental que AMLO conserva e incluso refuerza con sus ataques a pretendidos altos salarios (¿profesores fifís?). Ni los presupuestos universitarios ni de la ciencia ni la cultura aumentaron con el nuevo gobierno. Al contrario, descendieron en forma considerable en los hechos. Es ridículo apostar la ruptura del añejo tope salarial a la anulación de las compensaciones de los órganos personales, bajo el argumento de que vuelven escandalosa la pretendida nómina dorada. Ni alcanza ni es una operación que la Rectoría general pueda realizar, más que a través de la intervención de los órganos colegiados y con la redistribución y rediseño de un presupuesto por lo demás atado en lo fundamental por el SEP. No se comprende que la autonomía universitaria (evidentemente amenazada por el gobierno que prefiere un orden jerárquico que se le someta) es relativa, no deja manos libres a la institución. En otras huelgas fuímos a exigirle al gobierno más presupuesto para atender las necesidades salariales y contractuales dependientes del subsidio oficial, pero ahora el sindicato fue al Congreso y ante el Presidente de la República a reclamarles que llamaran la atención a las autoridades universitarias por el supuesto uso discrecional y corrupto de un presupuesto de por sí restringido. Incluso maestros y estudiantes fueron a lo mismo a la SCJN. Parece que no se entiende la necesidad de preservar la autonomía universitaria cuando está amenazada y es tan limitada todavía.
La Rectoría general de la UAM respondió con una propuesta salarial inamovible, como ya es costumbre, apoyada en el tope salarial para el sector universitario, pero cometió el error de proponer una retabulación de 3 por ciento que, según yo, es materia de la revisión contractual, y además lo hace en forma discriminatoria, excluyendo a los profesores de tiempo completo. Los argumentos son inaceptables, pues es falso que todos los y las profesores tengan todas las becas y estímulos y menos que disfruten de esos pilones asistenciales del Progresa, digo, de Oportunidades, perdón, del SNI; migajas distribuidas por un sistema faccioso sostenido en la precariedad salarial, que solamente las comunidades zapatistas han tenido la dignidad de rechazar. Ha mostrado la Rectoría más flexibilidad y hasta iniciativa para resolver la demanda de violaciones contractuales, tal vez buscando presionar una salida por el lado de los intereses del aparato sindical. Hasta propone buscar, junto al Situam, opciones para recuperar una caída salarial que viene de lejos y reajustar las compensaciones de funcionarios, ya con la Casa Abierta.
La apuesta de la dirección sindical, sin embargo, fue fallida y ahora estamos en un conflicto sin salidas, atrapados por las inercias que siempre han caracterizado los conflictos huelguísticos en la UAM. Se acusa al Situam de extraviar su carácter mixto al ser abandonado por los académicos y representar solamente los sectores manuales y administrativo, los más afectados por las políticas salariales restrictivas. Incluso la escisión de hace algunos años condujo a tratar de fundar un instrumento sindical de los puros profesores (el Spauam), lo que además de ser un error garrafal que debilitó al sindicato, simplemente no prosperó. Ahora no han faltado quienes tratan de revivir lo que no fueron capaces de organizar cotidianamente y su salpicada presencia ha polarizado todavía más el conflicto, en lugar de contribuir a la búsqueda de consensos y salidas.
Me parece que el Situam debe revalorar la importancia de su papel en el conflicto
y en la propia UAM y no seguir apostando al desgaste (que hace lo mismo la
representación de la Universidad) y recuperar el proyecto de largo plazo
(multisectorial y nacional) de una lucha a fondo contra las políticas
salariales vigentes, exigiendo al gobierno de López Obrador hechos y no la
retórica antineoliberal que pretende ocultar la continuación de las estrategias
precarizadoras que se arrastran y determinan todo lo demás. Los académicos requieren
rechazar el trasfondo y manifestación de esas políticas, las que les impusieron
procesos de deshomologación y prácticas productivistas que disfrazan la caída
salarial de los académicos, al tiempo que generan desigualdades, exclusiones,
prácticas corruptas y un futuro incierto.
Hay que saber concluir una huelga mediante una perspectiva de resistencia
duradera y propuestas efectivas de organización en la búsqueda de alternativas
efectivas de cambio. Rehacer el ambiente de cooperación y solidaridad, reforzar
en forma incluyente la organización colectiva; reemprender el trabajo de todas
y todos.
Arturo
Anguiano
Profesor-investigador de la UAM desde 1976
Profesor-investigador de la UAM desde 1976
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