Nierika son
los rombos multicolores que se consagran en las ofrendas; pero
un Nierika también
puede estar en el manantial que se encuentra en el desierto; en el
sol que como un ojo de dios se asoma al universo; en el gesto del
cantador que en los rituales se comunica con los ancestros; en
cualquier lugar donde se abra una ventana, una puerta, un umbral en
el que lo divino y lo humano dialoguen para reconocerse el uno al
otro.
Dicen los wixaritari que el Nierika es el ojo del conocimiento y lo invisible, el de los ancestros y sus entrañas, el de la sangre y el universo.
Cuando un hombre se calla y acaricia con cuidado las caderas de una mujer, el Nierika de las caderas se acuesta como un cachorro entre las manos.
El hombre entonces se asoma: puede morder en ellas el júbilo, encender la risa quieta, tranquilizar la piel.
Las caderas se vuelven pozos, jícaras, ventanas: se vuelven el Nierika con que los hombres miran la madrugada.
Dicen los wixaritari que el Nierika es el ojo del conocimiento y lo invisible, el de los ancestros y sus entrañas, el de la sangre y el universo.
Cuando un hombre se calla y acaricia con cuidado las caderas de una mujer, el Nierika de las caderas se acuesta como un cachorro entre las manos.
El hombre entonces se asoma: puede morder en ellas el júbilo, encender la risa quieta, tranquilizar la piel.
Las caderas se vuelven pozos, jícaras, ventanas: se vuelven el Nierika con que los hombres miran la madrugada.
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