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miércoles, 23 de enero de 2019

Ni Maduro ni Trump

Ni Maduro ni Trump
Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, se declaró este miércoles 23 de enero presidente nacional con el reconocimiento de los Estados Unidos. Confieso que mi juicio puede ser superficial, pues descreo de la información que llega a México, a favor y en contra, de un fenómeno tan complejo como la crisis venezolana. Sin embargo, me parece que lo que queda de la revolución bolivariana hace rato que es una patética muestra de como se traicionan paulatinamente los ideales emancipadores: es lo que pasa cuando una izquierda substituye el objetivo de transformar la sociedad con el de ganar o mantenerse en el poder a toda costa. En ese sentido, creo que hace mucho que el régimen venezolano perdió ese ímpetu transformador que llevó a tanta gente a pensar en un socialismo del siglo XXI.


Tampoco creo que el apoyo estadounidense pueda conducir a otra cosa distinta que a la que ha conducido en otras oportunidades: fincar las bases para que el imperio explote a voluntad los recursos del país intervenido, en este caso con la añadidura de que hablamos de las mayores reservas internacionales de petróleo en el mundo. No hay forma de reiterar demasiado el rechazo al imperialismo sea yanqui, ruso o chino...En todo caso, nada garantiza que los argumentos geopolíticos sean una buena brújula para la izquierda después de que por décadas han propiciado "cerrar filas" alrededor de procesos desgastados cuyo significado emancipador ha perdido referente real

Recuerdo que hace no mucho Boaventura de Sousa Santos, el brillante sociólogo portugués, llamaba la atención sobre la necesidad de la izquierda de reflexionar sobre las calamidades del exceso de pragmatismo, tomando como ejemplo el caso de la actual Nicaragua de Daniel Ortega (Las venas abiertas de Nicaragua, Página12, 16 de julio de 2018). Asumo que, hoy por hoy, se puede repetir el ejercicio con el régimen de Maduro.

En este contexto, me parece que la única salida posible es declararse en contra de procesos decepcionantes como el madurismo y simultáneamente en contra del intervencionismo norteamericano. Ni maduro ni Trump; más bien aferrarse a la posibilidad de una política emancipadora siempre desde abajo y siempre desde la izquierda. Por fortuna, desde Venezuela esos torbellinos nunca cesan de nacer. Abajo un comunicado de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS)


El pueblo venezolano tiene razones de sobra para salir a protestar contra este gobierno y para no querer que siga más, la mayoría de la clase obrera y los sectores populares repudiamos este gobierno que no nos ofrece más que continuar con la miseria, la represión, la corrupción desbordada y la entrega “controlada” de los recursos del país al capital transnacional. Un gobierno que se sostiene no por el apoyo del pueblo, sino mediante la proscripción, el fraude y el respaldo de las FF.AA., incluyendo el encarcelamiento de trabajadores por luchar. Por eso lo enfrentamos y lo seguiremos enfrentando.

Sin embargo, una cosa son los intereses del pueblo trabajador que no aguanta más esta situación, y otra muy distinta los intereses que mueven a la oposición, sus partidos y el imperialismo estadounidense, quien ha dado pasos cada vez más abiertos hacia un injerencismo golpista, llamando directamente a los militares a derrocar a Maduro y a reconocer un nuevo gobierno alrededor del presidente de la Asamblea Nacional.
Por eso, quienes siempre fuimos oposición por izquierda a Chávez (y luego a Maduro) luchando por la independencia política de los trabajadores, sostenemos que a la clase obrera, la juventud y las mujeres, que padecemos la actual tragedia social, también nos sobran razones para rechazar ser furgón de cola de quienes pretenden escalar en las espaldas del descontento popular para encaramarse en el poder y ser ellos quienes nos descarguen la crisis y la represión. El plan político y económico de esta oposición es para seguir haciendo pagar al pueblo la crisis y seguir usando la fuerza autoritaria del Estado contra las luchas.

Ante la persistencia de una crisis tan severa que no parece tener fin, un gobierno que responde con autoritarismo a cualquiera que se le oponga, incluyendo trabajadores y comunidades populares, y sin ninguna otra alternativa política, el descontento popular tiende a mezclarse con los llamados de la oposición. Sin embargo, estamos en presencia de un episodio más de la pugna entre dos bandos reaccionarios, donde cada cual intenta usar al pueblo como simple base de maniobra para sus intereses, aprovechando la ausencia de una intervención con fuerza y de manera independiente de los trabajadores y el pueblo pobre.
Además del desastre de las políticas económicas del gobierno de Maduro y su autoritarismo, el pueblo trabajador padece el “totalitarismo” de los empresarios: su interés de rentabilidad se impone por sobre cualquier cosa, el alza de los precios que castiga sin piedad a los trabajadores y consumidores, los despidos o cierres de empresas que dejan en la calle a miles de padres y madres de familia, todo eso lo padecemos, pero esta oposición que llama al pueblo a apoyarla este 23-E dice que los capitalistas privados deben poder hacer cuanto les venga en gana con los precios, los puestos de trabajo y los trabajadores.

A la derecha le facilitan su demagogia democrática el giro cada vez más autoritario del régimen político encabezado por Maduro, y el hecho que después de casi 15 años pudo volver a tener mayoría de votos, pero durante todo ese período que no la tuvo, de igual manera no ahorró intentos de hacerse con el poder por la fuerza, usurpando ella la tan mentada soberanía popular.
¿Acaso no impulsaron junto con generales, empresarios y el gobierno de los EE.UU. un golpe de Estado en 2002, contra un presidente que evidentemente contaba con el respaldo mayoritario del pueblo? ¿No nos impusieron al jefe de los empresarios (Fedecámaras) como “Presidente” cuando nadie había votado por él? ¿Acaso ese intento de dictador no derogó de un plumazo la Constitución, los poderes públicos y la AN del momento, tan electa por voto popular como la actual? Todo eso ante el aplauso de los mismos que hoy dirigen la oposición.

Estos mismos partidos continuaron su ofensiva contra la voluntad mayoritaria del pueblo, aupando con todo a los militares golpistas que se “rebelaron” en plaza Altamira para que no los juzgaran por el golpe de abril y propiciaban de hecho un nuevo golpe militar; así como impulsando con los empresarios, las transnacionales y el gobierno de los EE.UU. el paro patronal y sabotaje petrolero de dos meses, buscando derrocar así a Chávez.

Guaidó, la AN y los EE.UU. quieren una “transición” tutelada por estas mismas FF.AA.

La derecha cesó en sus intentos de arrebatar el poder por la fuerza solo circunstancialmente cuando fueron derrotados una y otra vez, pero ni bien tuvieron ocasión han vuelto a poner en el centro de su estrategia el llamado a que los militares depongan a Maduro. En el 2017, ya ante un gobierno cada más vaciado de apoyo popular, producto sobre todo de la profunda crisis económica, en su ofensiva para sacar a Maduro volvieron a tener política para que los militares tomaran las riendas de la situación sacando a Maduro.
Hoy lo vuelven a hacer, con el agravante que se apoyan en que públicamente tanto Trump como altos funcionarios de su gobierno llevan meses declarando que si los militares venezolanos tumban a Maduro contarán con el apoyo de los EE.UU. Esta “democrática” oposición se sirve de este descarado llamado a un golpe militar por parte de la principal potencia militar del mundo, y el recién estrenado presidente de la AN, el “demócrata” Guaidó, ha recargado sus llamados a los militares para que intervengan en su favor contra Maduro. “No pretendemos dividir a la Fuerza Armada, la queremos unir en un solo cuerpo respetable”, dice, “los necesitamos para la transición” y los llama a ponerse al frente para “restablecer el orden”.
Así, el que Maduro se sustente hoy en las FF.AA., que prácticamente “co-gobiernan” con él, y estos llamados de la derecha a una rebelión militar o golpe, con el respaldo abiertamente intervencionista del imperialismo estadounidense, muestra cómo ambos bandos avalan el rol de “árbitros” de los militares en la definición de los destinos del país, e intentan usarlo para sus respectivos objetivos. Es claro que la derecha no quiere desmantelar este aparataje militarista represivo, sino que quiere una transición tutelada por estas mismas Fuerzas Armadas, es falsa su pose “contra el autoritarismo”.
Y por eso les ofrecen amnistía a quienes se levanten en armas contra Maduro, la derecha no tienen problema en garantizarle impunidad a estos militares represores y corruptos siempre y cuando la ayuden a volver al poder.

Volver al poder de la mano del imperialismo, los militares y los gobiernos represores de la región

En estos momentos el equilibrio de Maduro es tan precario y tan grande el hastío del pueblo con la situación que se vive, que la desesperación popular lleva a amplios sectores a tener incluso simpatías por un posible golpe de mano de los militares que saque a Maduro. Es producto de la encerrona a que conducen la situación sin intervención independiente del movimiento obrero, donde todas las salidas a la vista son opciones reaccionarias.
Sobre esta realidad se monta la actual ofensiva de la derecha, cuya fuerza fundamental no es la del movimiento obrero y popular, sino la de los gobiernos de derecha de la región, que llevan adelante ataques económicos y represivos contra sus pueblos, y sobre todo, la del imperialismo gringo que abiertamente llama a darle un golpe a Maduro. Es tan directa la intervención imperialista en la definición de los destinos de Maduro y del país, que el gobierno de Trump se pronuncia abiertamente a favor de la movilización convocada por la oposición este 23-E.
Las movilizaciones de la oposición no son en función de las necesidades de los trabajadores y sectores populares, sino de “soluciones” totalmente proempresariales y profundizar la dependencia nacional y el saqueo a expensas del pueblo.
La oposición se monta sobre el descontento popular, pero el programa económico que quieren aplicar también hará que el pueblo siga pagando la crisis.
La política reaccionaria de Maduro de desmontar conquistar laborales, derechos adquiridos durante décadas de lucha, le adelanta parte del trabajo a un eventual gobierno de la oposición, porque esta, a tono con Fedecámaras, considera que los trabajadores tienen “muchos” derechos que “obstaculizaban” la “libre iniciativa” empresarial. Por eso exigen echar abajo la inamovilidad laboral y toda una serie de derechos que, si bien con la ofensiva antiobrera del gobierno han quedado en letra muerta, la derecha quiere que se eliminen de las leyes.
La realidad más estructural sobre la que se monta la actual crisis es la bancarrota del capitalismo dependiente y rentístico, los males del capitalismo venezolano se elevaron a la potencia bajo el chavismo y el país está quebrado, arruinado. La deuda externa no solo siguió desangrando al país, destinando miles de millones dólares a engordar las cuentas del capital financiero internacional, sino que creció exponencialmente, el país está endeudado hasta el cuello. En paralelo, volvió a operarse un saqueo histórico de la renta petrolera, una descomunal transferencia de renta pública a manos privadas (que algunos calculan en 500 mil millones US$) dejó al país en ruinas.

Ahora bien, tras los llamados a la “libertad” y la “democracia” que hace la oposición para este 23-E, está el apoyo a un programa económico que plantea como “solución” a esta realidad, mayor endeudamiento externo y penetración del capital imperialista, es decir, con más dependencia nacional. En ese sentido no es muy diferente de lo que hace y propone el gobierno, solo que mientras el gobierno mira preferentemente hacia China y Rusia, la derecha prefiere que el endeudamiento y entrega sean con el FMI y el capital de las potencias occidentales.

De cualquier manera, como tanto el gobierno como la derecha naturalizan el saqueo de la renta, ninguno se propone una repatriación forzada de todo lo que se fugó ni disponer de las propiedades en el país de los responsables, sino que ven como “única” salida profundizar el endeudamiento nacional y la entrega al capital extranjero.

Adicionalmente la derecha plantea, dentro de su programa “liberal”, una ofensiva de privatizaciones y re-privatizaciones de empresas públicas y tierras, “reducir el tamaño de la administración pública” aplicando despidos masivos en el sector público, aumentar los costos de los servicios públicos (o privatizarlos), y reducir el gasto público. Rebajar impuestos a los empresarios (más de lo que ya hoy hace Maduro) también es parte del plan. En general, busca darles más poder a los capitalistas privados criollos y extranjeros, en desmedro del control y negocios que tiene hoy la casta corrupta y parasitaria mediante la administración de empresas públicas y áreas de la economía.

La alternativa es la movilización obrera y popular independiente

Es falso que la oposición quiera un gobierno con amplias libertades para el pueblo. Por eso aun controlando la AN no ha derogado las leyes heredadas de Chávez que criminalizan las luchas obreras y populares, sino que las ha preservado, demostrando que solo le preocupan la restricción de las libertades democráticas en cuanto le obstaculizan su propio camino al poder, pero no cuando golpean las luchas de los de abajo. Por eso busca apoyarse en una transición tutelada por estas mismas FF.AA. represoras. Por eso su apoyo fundamental está en el abierto intervencionismo sobre el país de la principal potencia imperialista.
Esta oposición que nos llama a protestar “por la libertad y la democracia” este 23-E, se prepara para ser ella quien aplique medidas anti-obreras y anti-populares y reprimir el descontento social, con estas mismas Fuerzas Armadas.

Como hemos insistido, con Maduro y el régimen actual no hay salida, pero debe ser el pueblo trabajador quien expulse a Maduro, con sus propios métodos de lucha, no que el descontento popular sirva como base de maniobras para que, apoyados en el intervencionismo de los EE.UU. y alguna movida militar, escalen al poder quienes siempre gobernaron el país, cuyo programa económico no tiene nada que ver con las demandas obreras y populares sino con las necesidades del empresariado, el capital financiero internacional y las potencias imperialistas de occidente. Por eso decimos categóricamente que sólo el pueblo trabajador debe ser quien saque a Maduro.

Desde el año pasado se viene desarrollando un importante “despertar” de las movilizaciones de la clase obrera, así como se hacen cada más presente las protestas en los sectores populares por el desastre de los servicios. Extender y desarrollar con fuerza estas movilizaciones, con nuestras propias demandas y exigencias contra el gobierno y los empresarios, de manera totalmente independiente de esta oposición, con nuestros propios métodos de lucha, debe ser el camino a seguir.

Luchando por imponer con la movilización un programa de emergencia obrero y popular de cara a las necesidades de los trabajadores y el pueblo. Un plan que no puede sino en ruptura con la dependencia nacional, con el imperialismo y los intereses capitalistas, y que por tanto se opone por el vértice tanto a los planes de este gobierno antiobrero, represor y entreguista, como de la oposición proempresarial y proimperialista.

Desconocimiento de la fraudulenta deuda externa y repatriación obligada de capitales, confiscación de los bienes de quienes saquearon al país, para disponer de esos recursos para las necesidades urgentes del pueblo y del país. Respeto íntegro a los contratos colectivos y un salario igual a la canasta básica indexado según la inflación, combinado con un verdadero control de los precios ejercido directamente por los trabajadores y las comunidades, con delegados electos por las bases democráticamente en los lugares de trabajo y las comunidades, que pongan más de conjunto la producción y la distribución bajo el control verdadero del pueblo, sin burócratas del gobierno ni militares. Reincorporación de todos los despedidos, rechazo a los despidos tanto en el sector público como en el privado, ocupación y producción bajo control obrero –sin militares ni el gobierno– de toda empresa que despida o amenace cerrar. Libertad para los trabajadores presos por luchar y anulación de los juicios a trabajadores, campesinos y todos los que enjuiciados por protestar. Disolución de la GNB y demás organismos encargados de reprimir la protesta obrera y popular.

Solo mediante la movilización combativa de los trabajadores y el pueblo se puede imponer un programa de este tipo, en la perspectiva de la lucha por un gobierno propio de los trabajadores, sustentado en las organizaciones de lucha que se den las masas, el único que puede dar una respuesta de fondo favorable a las necesidades de las mayorías del país.

http://www.laizquierdadiario.com/Contra-el-gobierno-de-Maduro-y-contra-el-golpismo-de-la-derecha-alentado-por-el-imperialismo

miércoles, 9 de enero de 2019

El dúo dinámico ataca el huachicoleo

El dúo dinámico ataca el huachicoleo

Ni aún estando en contra del Estado y el gobierno amloísta, alguien puede en principio rechazar la iniciativa de luchar contra el huachicoleo: uno de los negocios más infames que creció, a sus anchas, bajo los gobiernos de los expresidentes Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto. Se trata de una de las pocas medidas del gobierno amloísta totalmente acertadas. 

Sin embargo, el problema es que las múltiples alianzas espurias que llevaron al poder a AMLO hacen muy dudosa la efectividad de esta medida. Carlos Antonio Romero Deschamps, líder mafioso del sindicato de petroleros, recientemente se sumó a la lucha patriota antihuachicolera de AMLO. ¿Un alido más de AMLO como el exgobernador de Chiapas Manuel Velasco , Televisa, Alfonso Romo o los generales del ejército? 

¿Alguien puede creer seriamente que Romero Deschamps no estuvo involucrado en este crimen? Es tan grande la historia del fraude del huachicoleo que decenas de políticos y funcionarios de las administraciones pasadas, incluidos varios expresidentes, deberían ir a la cárcel por su participación en él. Sin embargo, nada de eso va a pasar. AMLO defiende, desde hace rato, que no habrá persecución de los crímenes de las administraciones previas. Con su política de perdón, AMLO le da continuidad a una de nuestras peores tradiciones: la impunidad.  Ahora mismo, sólo se han detenido a tres personas en un operativo que incluyó a miles de efectivos del ejército y la toma de múltiples instalaciones de PEMEX. Si no hay castigo ejemplar para los culpables, nada impide que después de este golpe mediático las mismas redes que ocasionaron este negocio se rehagan, acaso lenta pero irremisiblemente. La impunidad no beneficia a nadie.

P.D. Deje el coche, vaya caminando a la panadería.

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