Por
Luis RT (Homo vespa)
Honremos
la precisión de una de las seis versiones de nuestras autoridades. Hechos:
1.
El 17 de octubre en Culiacán, Sinaloa, se capturó de pura chiripa a
Ovidio Guzmán López, uno de los hijos del Chapo Guzmán. Ovidio es
acusado por el gobierno estadounidense por distribución de droga.
2.
Los efectivos que participaron en la acción fueron rodeados y
superados en número y poder de fuego.
3.
Se iniciaron balaceras en todo Culiacán a raíz de esa detención.
4.
Se soltó al tal Ovidio.
5.
Hasta la fecha no estamos seguros del saldo de este “operativo”.
Las autoridades admitieron el 18 de octubre la muerte de 8 personas,
16 heridos, y 51 reos fugados del penal de Aguarutoi.
El
presidente Andrés Manuel López Obrador argumentó en su mañanera
del 18 de octubre que se soltó al delincuente, según nos dice, para
evitar sufrimientos y muertes innecesarias en las escaramuzas y
ataques del crimen organizado ante la detención del capo. Después
de eso, México se convirtió en una comedia de carcajada propia de
Jorge Ibargüengoitia. Abogados, familia y amigos de Ovidio
agradecieron graciosamente el gesto del gobierno de Méxicoii.
Estamos esperando si todos deciden comer juntos y sonrientes en
Palacio Nacional.
No
es necesario explicarlo: cualquiera prefiere o debe preferir liberar
a un criminal si con ello evita la muerte de inocentes. Sin embargo,
AMLO desvía la atención: ese no es el punto.
Las
acciones del gobierno no tienen justificación y tienen que ser
descritas, sin reservas, como un ejemplo emblemático de la necedad e
ineptitud de su dirigencia. Decenas de especialistas le dijeron a
AMLO por meses que impulsar la Guardia Nacional era continuar la
misma estrategia de militarización de la seguridad pública de
Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto: continuar la técnica
de golpear el avispero. También le advirtieron que los resultados no
serían distintos: un rotundo fracaso.
AMLO
se supone que negoció una salida consensuada con varias de las
organizaciones que levantaron la voz en contra de esta estrategia,
pero al final la propuesta conservó las bases de centralización,
uso del ejército y disciplina castrense para llevar a cabo labores
de seguridad pública. AMLO también se escudó en que prefería
“atender las razones estructurales”de la violencia y ofreció
becas y crecimiento económico para que los jóvenes dejaran de
unirse a las filas del crimen organizado. Como si una beca de
alrededor de 3,500 pesos mensuales fuera un atractivo suficiente para
un joven cuyo futuro laboral, como el de casi todos, es casi
inexistente. Como si no fuera cierto que muchos de los estados del
norte --que tienen unas de las mayores tasas de crecimiento
económico-- no exhibieran al mismo tiempo los incrementos más
alarmantes de criminalidad. En efecto, al presidente no se le da el
pensamiento complejo.
En
todo caso, desde el inicio fue claro que uno no cambia un
narco-Estado poniendo gafetes de Guardia Nacional a los soldados;
vendiendo humo sobra una estructura militar en que los soldados
reciben poca capacitación, deficiente infraestructura, menos
información de inteligencia, y acaso una embarrada de cursitos sobre
derechos humanos. Se lo advirtieron; se lo dijeron. La institución
militar tiene otra vocación. Ahí están las objeciones y los
reclamos públicos de Alejandro Madrazo, Catalina Pérez Correa o
Edgardo Buscaglia, sólo para nombrar a los que de golpe recuerdo. En
el video de abajo se puede ver a Alejandro Madrazo del CIDE acusando
al presidente de mentir acerca de esta propuesta.
Si
uno se pone a buscar en el Internet o en la bibliografía
especializada encontrará seguramente muchos otros objetores, desde
varias ONG hasta académicos y periodistas especializados en esta
masacre que es México. De hecho, si se busca lo suficiente se
encontrará al mismo AMLO que hace unos años rechazaba lo que ahora
apoya.
Si
AMLO no quiso escuchar los gritos de alerta o los militares le
impusieron una continuación del modelo militarista, ya no importa.
Los resultados son y serán los que se esperaban: el crimen seguirá
creciendo a la misma tasa o mayor que en los últimos doce años;
habrá peleas entre narcos asediados por el ejército para apoderarse
de las plazas disponibles; tendremos improvisación, violencia y
muertes colaterales por falta de preparación de los efectivos;
crecerá, ahí donde no la haya, la corrupción entre narcos,
ejército y la policía (¿se acuerdan de que los Zetas salieron de
cuerpos militares de élite entrenados en los Estados Unidos?).
En
fin, si no se atacan las estructuras de la impunidad y del crimen y
sus contubernios con el gran capital y el Estado, no hay otro
resultado posible: más violencia.
A
ello debemos agregar que hoy en día una buena parte de la Guardia
Nacional está en lugares dónde se piensa implementar megaproyectos
en el sureste: como en Oaxaca o Chiapas, justamente donde hay
comunidades indígenas que se resisten a esos megaproyectos. ¿Ahí
los soldados también luchan contra el crimen organizado? Además, no
lo olvidemos: quizá la tercera o cuarta parte de la Guardia Nacional
está persiguiendo migrantes en la frontera norte o en la sur. En
efecto, con sus impuestos y con los míos se paga a efectivos del
ejército para ser el muro antimigratorio que Trump tanto anheló.
AMLO es la mejor carta del repulsivo pelirrojo.
El
presidente dijo que se liberó a Ovidio Guzmán porque la prioridad
era la vida de las personas. El presidente mintió de nuevo. No fue
prioridad la vida de las personas inocentes que viven en Culiacán.
Al menos no lo fue lo suficiente como para planear mejor una acción
a todas luces inepta. ¿No era mejor evitar un operativo que puso en
peligro justo la vida de cientos, quizá miles, de personas en todo Culiacán? ¿No hubo trabajo de
inteligencia previo al operativo? Por otro lado, es claro que la vida
de los migrantes y de las comunidades que rechazan los megaproyectos
tampoco son una prioridad para este gobierno. Necropolítica le llamó
el influyente filósofo camerunés Achille Mbembe al desdén
mortífero hacia poblaciones enteras para justificar nuestros afanes
de progreso. No creo que sea muy difícil mostrar que la estrategia
amolísta de seguridad está inserta en una necropolítica de ese
tipo.
Las
estructuras de la muerte no se han cambiado ni existe una estrategia
para cambiarlas en la 4T: ahí siguen con todo su poder de fuego y
corrupción. A pesar del fuchi y del guácala, la continuidad
calderonista en manos de AMLO está fraguando su Ayotzinapa, su
Tlatlaya, su Tanhuato. Alguno de ellos está a la vuelta de la
esquina. ¡Y no! La responsabilidad no será únicamente de la
herencia maldita de regímenes anteriores. La administración
amloísta sera la responsable; sus defensores a ultranza serán, en
todo caso, cómplices de esa catástrofe.
Lo
sucedido en Culiacán es sólo un ejemplo y debe darle vergüenza a
quien dirige el Estado mexicano; sin embargo, sólo una forma de
ingenuidad o ceguera produciría sorpresa entre nosotros. Hay
vergüenza en el Estado, pero no puede haber sorpresa en quienes
vivimos la violencia todos los días.
- ihttps://www.eluniversal.com.mx/estados/el-saldo-del-terror-en-culiacan-8-muertos-16-heridos-y-51-reos-evadidos
iihttps://www.youtube.com/watch?v=kzNP6BOAPwE
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