Presentación
La postulación de María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy), como posible candidata independiente por parte del Concejo Indígena de Gobierno a la presidencia de la república, despertó en ALGUNOS sectores de la izquierda partidista reacciones llenas de ignorancia, desprecio y franco racismo. En sus más burdas formas, estas reacciones afirman que esta iniciativa política es un mero invento del EZLN que, a su vez, habría sido parido por el insondable y prolífico útero de Carlos Salinas de Gortari para evitar que Andrés Manuel López Obrador y MORENA ganaran las elecciones del 2018.
La postulación de María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy), como posible candidata independiente por parte del Concejo Indígena de Gobierno a la presidencia de la república, despertó en ALGUNOS sectores de la izquierda partidista reacciones llenas de ignorancia, desprecio y franco racismo. En sus más burdas formas, estas reacciones afirman que esta iniciativa política es un mero invento del EZLN que, a su vez, habría sido parido por el insondable y prolífico útero de Carlos Salinas de Gortari para evitar que Andrés Manuel López Obrador y MORENA ganaran las elecciones del 2018.
En este artículo, que Javier Hernández Alpízar generosamente compartió con Homo vespa para su difusión, se explica de qué forma el movimiento indígena fue traicionado, hace décadas, por esa izquierda partidista y como esa izquierda se ha beneficiado directamente de las luchas políticas protagonizadas por las comunidades indígenas.
Es innegable que entre los seguidores de base de las propuestas del Concejo Indígena de Gobierno y de MORENA abundan personas valiosas y conscientes de la explotación, precariedad y depredación bajo la que vive el pueblo mexicano. En ambos grupos también es evidente la urgencia, casi desesperada, para encontrar una salida a el régimen de muerte que nos azota.
Sin embargo, como nos muestra Hernández Alpízar, también es innegable que AMLO y la élite política que se ha agrupado alrededor de él optaron, desde hace muchos años, por una política pragmática basada en alianzas con varios de los sectores más reaccionarios y explotadores de la sociedad mexicana. En efecto, si los seguidores de base de una y otra iniciativas no son lejanos en sus motivaciones, las formas, estrategias, fines y postulados de quienes toman las decisiones en MORENA son diametralmente opuestas a las defendidas por el Concejo Indígena de Gobierno y su vocera.
Luis Ramírez Trejo
El zapatismo, verdadero foco de resistencia al salinismo
Por Javier Hernández Alpízar
Lo primero es el alzamiento del 1 de
enero de 1994. Fue el hecho que impidió que Salinas de Gortari terminara
triunfante su sexenio, con la entrada en vigor del TLCAN (NAFTA) y la
propaganda que pretendía presentarlo como un Gorbachov mexicano. Con su
declaración de guerra, los zapatistas derrumbaron la imagen mediática de
Salinas y permitieron que recobrara el aliento el antisalinismo e
incluso se recuperó la izquierda, que había iniciado enfrentando al
fraude que la marginó de la presidencia en 1998, pero se había venido
desinflando ante el empuje del equipo neoliberal en Los Pinos y la
complicidad panista.
Salinas de Gortari y su equipo (Colosio,
asesinado por el mismo sistema, Camacho Solís, luego asesor de AMLO,
Aspe Armella, alguna vez asesor de una delfín de AMLO: Marcelo Ebrard
(salinista del equipo de Camacho), Ruiz Massieu, también asesinado por
el mismo sistema al que sirvió), al finalizar el sexenio salinista,
tenían la expectativa de gobernar por sexenios pero el alzamiento
zapatista desmoronó sus esperanzas. Zedillo fue improvisado como
candidato priista y se benefició del sentimiento de culpa y el miedo a
la guerra que generó el asesinato de Colosio, pero no pudo mantener la
hegemonía priista y ante la insistencia perredista de mantener a un
candidato por siempre (Cuauhtémoc Cárdenas) los beneficiarios de la
“alternancia” fueron los panistas, con Fox.
La imagen de Fox era al inicio la de un
“héroe nacional” que había logrado sacar de Los Pinos al PRI, el
principio de su derrumbe fue muy pronto con la Marcha del Color de la
Tierra con la que los zapatistas y el CNI exigieron que se cumplieran
los Acuerdos de San Andrés. Los indígenas fueron traicionados por la
alianza Cevallos (PAN)- Ortega (PRD)- Bartlett (PRI), y eso llevaría a
los zapatistas a tomar la ruta de la autonomía en sus comunidades y el
anticapitalismo a nivel global y nacional.
La cesión del poder ejecutivo priista al
PAN (y en la capital mexicana al PRD) fue resultado no sólo del
descrédito del PRI (cuya cristalización fue en gran medida resultado del
alzamiento zapatista) sino de una reforma electoral con la que el
Estado mexicano incluyó a los partidos de oposición como parte de un
sistema de partidos (hoy una partidocracia) emergente ante el desafío
zapatista: se beneficiaron PAN y PRD, el primero con la presidencia de
la república(Fox y Calderón) y el segundo con el gobierno del DF (hoy Cd
Mx: Cárdenas, Robles, Obrador, Encinas, Ebrard y Mancera). Las
negociaciones llevadas a cabo en la calle Barcelona , en la Ciudad de
México, fueron realizadas, en el caso del PRD, primero por Porfirio
Muñoz Ledo y al final por López Obrador. Los partidos recogieron el
fruto de la sangre zapatista, la apertura del sistema a que ellos
pudieran ganar elecciones, pero luego traicionaron al zapatismo al
rechazar los Acuerdos de San Andrés, primeros acuerdos en una ruta de
paz con el EZLN, y para cuya negociación incluyó éste a muchos otros
indígenas de México, proceso que daría origen al actual Congreso
Nacional Indígena, CNI.
Los zapatistas rompieron desde entonces
con la clase política y se dedicaron a construir la autonomía en sus
territorios, comunidades y pueblos, haciendo válidos en los hechos los
Acuerdos de San Andrés. Estos procesos de autonomía y autogobierno han
sido impulsados por comunidades y pueblos indígenas en diversos
territorios mexicanos: son formas de resistencia pero también de
propuesta para un México postcapitalista. La autonomía de las
comunidades zapatistas es muy diferente a las de otras comunidades
indígenas, pero tienen lazos de hermandad, expresados en una lucha
conjunta como CNI. Los indígenas mexicanos no proponen separarse de
México, su forma de autonomía es diferente a la catalana o la mapuche
(no decimos mejor ni peor: diferente). Además, han ido avanzando en una
propuesta de poder popular autoorganizado desde abajo que no pretende
quedarse como comunidad utópica local o regional sino que desafía al
sistema capitalista y al Estado mexicano con una manera alternativa de
producir su vida y su mundo. Este desafío lo ha mantenido siempre el
EZLN, pero de todos los actores que se han mantenido cercanos, son los
indígenas quienes mejor han avanzado en un proceso autoorganizativo de
resistencia y de lucha. Por ello son el núcleo alrededor del cual se
teje la propuesta de lucha actual.
Es irónico que calumnien a los
zapatistas quienes se han beneficiado de su lucha y de sus muertos;
primero con un aire de refresco a una izquierda que estaba en la lona en
México tras el fraude de 1988 y el derrumbe del Muro de Berlín en 1989;
luego, con la reforma electoral que les abrió el paso a gobernar la
Ciudad de México, en donde los gobiernos de izquierda han sido
eficientes administradores del neoliberalismo, en favor de empresarios
del salinismo como Carlos Slim.
Irónico, además, que acusen de salinismo
o de priismo a los zapatistas, los seguidores de AMLO, quienes han
hecho sus candidatos y han llevado con su voto a una gran cantidad de
priistas, muchos de ellos salinistas o zedillistas, como Cuauhtémoc
Cárdenas, López Obrador, Marcelo Ebrard, Juan Sabines, Ángel Aguirre
Rivero (sus manos manchadas de sangre normalista ya, cuando AMLO lo
apoyó para gobernar Guerrero), Gabino Cue, Lázaro Cárdenas Batel,
Narciso Agúndez y Leonel Cota Montaño, Manuel Bartlett, Dante Delgado,
Ricardo Monreal. Incluso son responsables de llevar al poder a otros
políticos de extracción no priista pero cuyas trayectorias han sido
favorables al priismo, como Miguel Ángel Mancera y Rosario Robles.
Los calumniadores del EZLN lo cusan de
complicidad en el fraude de 2006, pero es falso. En cambio, los
operadores del fraude de ese año, del equipo del Elba Esther Gordillo,
fueron aliados de Morena en la más reciente elección en el Estado de
México y no se descarta que lo sean en la elección presidencial de 2018,
pues López Obrador ha dicho respecto de Gordillo, que “no hay que hacer
leña del árbol caído”. Otros calumniadores repiten la mentira de que el
EZLN llamó a no votar en 2006 y 2012, lo cual es falso, el EZLN jamás
ha llamado a no votar, ha hecho fuertes críticas en 2005 y 2006 (y antes
y después) al PRD y a López Obrador, críticas acerca de las cuales el
tiempo les ha dado la razón a los zapatistas.
Actualmente el Congreso Nacional
Indígena (del cual el EZLN forma parte) ha constituido un Concejo
Indígena de Gobierno (cuya vocera es María de Jesús Patricio Martínez)
que propone dar un paso adelante en la organización y la lucha
anticapitalista en México y el mundo. Comenzando por López Obrador
mismo, los calumniadores han resucitado su manido argumento de que todo
es para quitarles votos y algunos de los más fanatizados seguidores del
eterno candidato se han sumado a una campaña racista, misógina y de
desprecio clasista contra la vocera del CIG, una luchadora social de
toda la vida, indígena nahua.
Irónicamente, el verdadero heredero del
liberalismo social que preconizó Salinas de Gortari es López Obrador
(por algo varios connotados salinistas han sido tan cercanos al
candidato de Morena), y en recientes propuestas, so pretexto de oponerse
a Trump, Obrador ha reivindicado el TLCAN (NAFTA), máxima obra de
Carlos Salinas de Gortari, y ha propuesto dar más entrada a las mineras
canadienses, cuya política criminal destruye comunidades y territorios
en diversas zonas geográficas mexicanas.
Es claro que para cualquier persona que
se informe en fuentes verídicas y juzgue de buena fe las cosas, el
zapatismo y sus aliados cuentan entre los más consistentes opositores al
neoliberalismo salinista y sus proyectos de devastación social y
ambiental.
En contraste, Obrador, más allá de usar
la bandera nacionalista (el petróleo, por ejemplo), ha sido el impulsor
de las candidaturas exitosas de muchos de los operadores de la
devastación social y ambiental en México. Nada anuncia que AMLO vaya a
cambiar, y sus seguidores siguen usando la calumnia de manera
sistemática.
Oponer los hechos verdaderos a esas calumnias es parte de un sano ejercicio de memoria y de capacidad crítica.
Es, entre otras cosas, porque esa
izquierda neoliberal encabezada por el PRD y ahora por Morena, no
representará jamás los intereses de quienes defienden el territorio de
la devastación capitalista, por lo que hay una propuesta diferente con
el Concejo Indígena de Gobierno y su vocera Marichuy, impulsados por el
Congreso Nacional Indígena y el Concejo Indígena de Gobierno.
Toda la información resumida en este
artículo puede ser investigada y verificada, si se tiene la paciencia de
ir a archivos hemerográficos, algunos de antes de los archivos on line.
Descubrir la verdad y no dejar que la cambien por falsedades los
propagandistas es un acto necesario de conciencia.
Foto: Javier Clériga (Xavotencatl)
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