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miércoles, 22 de junio de 2011

Arturo Álvarez Buylla Roces y la riqueza de las neuronas


El carismático y entretenido secretario de Hacienda Ernesto Cordero Arroyo anunció hace unas semanas que México dejó de ser un país pobre. El secretario determinó, brillante y sagaz, que los 80 millones de pobres que viven en México no hacen de México un país pobre. Es decir, están en México, viven en México, pero no son México ni definen a México, aunque sean cerca de 80 por ciento de la población. Son algo así como lo más mexicano de lo “no México”. Si acaso, son un problema de pobreza muy importante que tenemos que enfrentar, que estamos enfrentando, que estamos resolviendo (sic).

Mano de Álvaro Obregón con moneda incluida
Ernesto Cordero es un ejemplo de ese olfato, ingenio y efectividad que tanto admiro de la clase política mexicana para encontrar riqueza en las condiciones más inhóspitas e inesperadas. Su habilidad me recuerda a esa anécdota que se cuenta sobre el brazo derecho que Álvaro Obregón perdió en una cruenta batalla revolucionaria: para encontrar el despojo y enterrarle con los honores militares debidos, el general, sin perder el buen humor, sugirió que lanzaran una moneda de oro al aire para que la mano codiciosa se alzara entre los cadáveres y la atrapara.

Hay, sin embargo, mexicanos que prefieren buscar la riqueza lejos del elevado sentido del humor de nuestros políticos. Es una riqueza ciertamente extraña para nuestra clase política, pues demanda esfuerzo continuo pero no produce abultadas cuentas bancarias ni cargos públicos. Arturo Álvarez Buylla Roces, por ejemplo, decidió buscar la riqueza en una fascinante posibilidad: su cabeza; para ser más precisos, su cerebro, o de hecho el cerebro de todos.
Comparto con Arturo la fortuna de haber recibido una preparación científica excepcional en la licenciatura en Investigación Biomédica Básica en la Universidad Nacional Autónoma de México. Uno de los planes de formación científica más ambiciosos y exitosos del país. Fue ahí donde supe de Arturo por primera vez. Siendo él ya un reconocido científico y yo un estudiante de recién ingreso, Arturo mostró en una reunión de ex alumnos un alucinante video en el que una afanosa neuronita recorría la pantalla de un lado a otro, trotando con una determinación y tenacidad que ya envidiarían nuestros marchistas olímpicos. Para entonces, Arturo llevaba varios años trabajando en la Universidad Rockefeller, en Estados Unidos, donde obtuvo su doctorado en neurobiología. Sus intereses lo llevaron a ser testigo en primera fila de nacimientos que se creían imposibles. Arturo formó parte de un grupo selecto de científicos que demostró que un área particular del cerebro de canarios incorpora neuronas nacidas después de que los polluelos salieron del cascarón.

Investigaciones como esta derribaron la creencia que se tuvo, por alrededor de 100 años, de que no se producen neuronas nuevas después del nacimiento. Pero la historia tiene, además, un toque particularmente romántico. Los canarios, como otras especies de aves, tienen la capacidad de aprender canciones para cortejar a las hembras durante la época de apareamiento. La producción de nuevas neuronas —o neurogénesis— produce células que se alojan en una parte especial del cerebro del canario relacionada con el canto. Parece ser que tener neuronas frescas puede ser sexy; al menos entre los canarios.

Posteriormente, Arturo estudió un área pequeñita parecida a una curiosa cueva en la profundidad del cerebro de ratones. Descubrió que en las paredes de dicha cueva, llamada área subventricular, nacen nuevas neuronas a partir de un grupo de células llamadas glía. Estas neuronas recién nacidas demuestran muy pronto una vocación viajera, que las mueve a abandonar su acogedora cuevita para marchar en caravanas de decenas de células al bulbo olfatorio. El viaje completo es de 5 a 8 milímetros. Si consideramos que una célula de este tipo mide de 10 a 15 millonésimas de metro, el total del recorrido es equivalente a lo que para nosotros sería marchar un maratón de unos 56 kilómetros (considerando un paso medio de 70 centímetros). Nada mal para un recién nacido, ¿no creen?




Hoy sabemos que la neurogénesis no sólo sucede en aves y roedores, sino en muchos otros vertebrados, incluido el ser humano. Desde su actual puesto en la Universidad de California-San Francisco, Arturo investiga la posible relación de la neurogénesis y la incidencia de varios tipos de tumores cerebrales.

Por sus contribuciones al entendimiento de la extraordinaria riqueza cerebral, el doctor Arturo Álvarez Buylla Roces fue galardonado, a fines de mayo pasado, con el premio Príncipe de Asturias en la categoría de investigación científica y técnica. Este galardón, el más importante al avance científico en Hispanoamérica, se suma a los muchos que ya premian las investigaciones de este científico. Sin embargo, para Arturo este premio tiene un significado especial, un significado que le viene de familia. El doctor Arturo Álvarez Buylla Roces es miembro de una familia devota de la ciencia y la cultura. Una familia, además, preocupada por la opresión y la inequidad, que llegó a México como parte del exilio republicano español. Arturo es nieto de Arturo Álvarez-Buylla Godino, fiel oficial a la república española asesinado por el franquismo; y de Wenceslao Roces Suárez, jurista, traductor y comunista mexicano que enriqueció la cultura universitaria y nacional. Es también hijo de dos connotados fisiólogos, Elena Roces y Ramón Álvarez-Buylla, y hermano de María Elena Álvarez Buylla Roces, reconocida científica, ciudadana comprometida y excelente maestra en la UNAM.


Mexicanos como el doctor Álvarez Buylla Roces y familia demuestran que la búsqueda del conocimiento y la emancipación son, aún en tiempos de cinismo, un hilo de esperanza para entender la riqueza alejada de la vanidad de los secretarios de Estado y su séquito de estulticia. La riqueza, como seguramente la entiende el nuevo Premio Príncipe de Asturias, se encuentra en el amor al trabajo creativo, al conocimiento, la disciplina y, por ejemplo, a las neuronas jovencitas galopando en plena marcha por el cerebro.

Otras marchas, con otros sentidos de riqueza igualmente alejados de la barriga obscena del discurso gubernamental, comparten un entendimiento similar. Una de ellas, la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, llegó hace unas semanas a Ciudad Juárez. Bienvenidas todas las marchas.









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2 comentarios:

  1. muy padre homenajeal doc, pero donde quedo la riquesa para buscarla yo porque soy probre de familia numerosa... porque el coordero parece mas bien lobo y los cuentos de Alan Poe, son como cuentos de ada, al lado de los chistesitos y comentarios de algunos politicos.

    Salvaz

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  2. Salvador.
    Creo que la capacidad de indignación ante el cinismo de la clase política es un comienzo de riqueza tan respetable como cualquier otra. La pregunta es qué hacemos con esa indignación fundamentalmente legítima y negativa. Una posible respuesta es la creación. La riqueza de la creación puede, si se empeña, mantener la indignación y además definirnos de manera positiva. Esa riqueza, vale mucho la pena...Saludos

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