CNI
y EZLN: apuntes
para esclarecer
la claridad
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El
14 de octubre del 2016 el Consejo Nacional Indígena (CNI) y
el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) anunciaron que
llevarán a cabo consultas al interior de sus comunidades
para generar una candidatura independiente en las
elecciones del 2018.
Entre la
sorpresa y el escepticismo conviene
tomar con calma un
anuncio de este calibre. Este podría ser el cambio
político más importante para el movimiento indígena y el zapatismo
moderno desde su nacimiento. Las críticas y a veces las francas
calumnias, en particular de algunos sectores del Movimiento de
Regeneración Nacional (MORENA) hacia el
EZLN, no se han hecho esperar.
Este texto tiene el objetivo explícito de contribuir al debate, al pensamiento, y al esclarecimiento de un mensaje que desde hace mucho las comunidades indígenas vienen construyendo. Es honesto declarar desde un inicio mi simpatía por los procesos de autonomía comunitaria y mi rechazo feroz a las burocracias partidistas y a la democracia representativa. En principio, ello implica que no estoy a favor de votar por ningún partido en un proceso electoral; pero tampoco por ninguna otra candidatura, incluyendo alguna postulada por el CNI o el EZLN: en otro lado, he explicado varias de las falacias que conlleva cualquier política que implique conteo de votos. Por fortuna eso no excluye a nadie ni de la acción ni del debate político, como enfáticamente nos han mostrado los zapatistas y los movimientos populares desde hace mucho tiempo. En todo caso, no es mi intención hacer proselitismo ni por alguna candidatura ni por la abstención electoral, sino abrevar del pensamiento crítico con las limitaciones y exigencias de cualquier perspectiva que descanse en el rigor.
Dado
que la mayor parte de los ataques se han dirigido contra el EZLN,
muchos de los puntos de indagación
se
inscriben
en
esas objeciones. De antemano pido disculpas hacia el resto de los
integrantes del CNI por este sesgo resultado del análisis de los
puntos más controvertidos en la esfera pública.
Mi
reflexión
no
esta dirigida hacia
las comunidades indígenas. Hace tiempo que ellas tienen
claro como agua de manantial el tipo de política que ejercen. Más
bien, es
un
ejercicio
de esclarecimiento
para todos los
que, sin
pertenecer
al
movimiento indígena, vemos
esta
propuesta con
simpatía, incertidumbre, desconfianza, entusiasmo,
desconcierto
o reserva.
El lector embargado de odio, desdén o discriminación hacia las
iniciativas de los pueblos indígenas debe detener la lectura en este
momento. Estos
apuntes
no merecen
la tortura de ser leídos
con los ojos de la estupidez o la crueldad que con tanta frecuencia
son la
misma cosa.
1)
La propuesta
referida
es
enarbolada por el Congreso
Nacional Indígena (CNI)
y el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Esto no es trivial:
el CNI le
da
voz no sólo a
las comunidades rebeldes en
Chiapas,
sino a
una
larga lista de comunidades a lo largo de toda la república. Ahí
hay representantes de las
dignas
luchas por la autonomía
y
el respeto
a los territorios
de los pueblos
zapatistas,
Wixárika,
Yaqui y
de Cherán,
por
nombrar
las luchas más
conocidas.
El comunicado hace referencia, además,
a
representantes de las lenguas amuzgo, binni-zaá, chinanteco, chol,
chontal, coca, náyeri, cuicateco, kumiai, lacandón, matlazinca,
maya, mayo, mazahua, mazateco, mixe, mixteco, nahua, ñahñu, ñathô,
popoluca, purépecha, rarámuri, tlapaneco, tojolabal, totonaco,
triqui, tzeltal, tsotsil, yaqui, zoque, chontal, aymara, catalán,
mam, nasa, quiché y tacaná.
Es
innegable que las comunidades zapatistas son un componente
clave en la propuesta, pero ello no significa
que esta sea un mero producto del EZLN. En el CNI confluyen las
luchas de decenas de comunidades indígenas
amenazadas
por el despojo y la violencia de los proyectos capitalistas
en
todo el país.
2)
Aunque
muchos de sus críticos vociferan que el EZLN sólo se hace notar en
época de elecciones, la
verdad es que el
zapatismo
no
ha fincado su acción política ni
en el
oportunismo ni
en
la
indiferencia hacia
el
resto
de la república. Mucho
menos ha ignorado
al
Estado, a
sus
mecanismos
de
elección y
a
sus
estructuras de mal gobierno (como
lo haría
posiblemente
un movimiento
anarquista
ortodoxo).
Nunca
hay que olvidar
que el EZLN,
desde
que salió a la
luz,
no
sólo enfrentó
al gobierno, sino que demostró
tempranamente
su
voluntad para
negociar
un
acuerdo de paz con el Estado mexicano. Después de las negociaciones
en el
poblado
de San Andrés Larráinzar, el Estado decidió incumplir los
acuerdos
firmados
el
16 de febrero de 1996, y
con eso traicionar uno de los procesos más abiertos y democráticos
en la historia del país.
Lejos
de la
construcción egoísta de su propia autonomía,
el zapatismo siempre
ha tenido presente que sus demandas no se restringen a ningún grupo
étnico ni
a ninguna geografía; sino
que apuntan a la universalidad.
Como
se escribió
generosamente
en
la Cuarta
Declaración de la Selva Lacandona,
los
zapatistas
piden techo,
tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia,
libertad, justicia y paz para todos:
“Para todos todo. Para nosotros el dolor y la angustia, para
nosotros la alegre rebeldía, para nosotros el futuro negado, para
nosotros la dignidad insurrecta. Para nosotros nada.”
Asimismo,
el EZLN
ha
fortalecido
continuamente los vínculos con otras luchas y denunciado los abusos
del gobierno donde quiera que los hay; por ejemplo, al
expresar recientemente
su
solidaridad
con la CNTE y denunciar
la represión en Nochixtlán.
Además, ha implementado estrategias de mutuo conocimiento con otras
comunidades
y personas a través de iniciativas como la Otra
Campaña,
la
Escuelita
Zapatista
o el festival compARTE.
La
verdad es que quienes argumentan que el zapatismo
sólo aparece
en periodos
electorales extienden,
con las comunidades zapatistas,
la
antigua consigna deF Carlos Salinas de Gortari: “ni
los veo ni los oigo”…ni
los noto
ni
me interesa lo
que
hagan, a
menos que afecten a
los
intereses electorales de
mi partido.
3)
A
lo largo de su historia, el
rechazo del EZLN al sistema electoral y sus actores no ha sido
absoluto, sino facultativo. Como documenta Hernández Navarro en su
excelente recuento
histórico, en 1994 el EZLN
tuvo
un diálogo
empático
con Cuauhtémoc
Cárdenas.
Además,
a
diferencia de lo que los difamadores de
MORENA argumentan,
la verdad es que el EZLN reiteradamente
ha explicado que no
hace
proselitismo por la
abstención electoral;
por
el contrario,
en
varias oportunidades ha apelado a la vía electoral como un
instrumento de lucha. En 1994, el EZLN llamó a votar en contra del
PRI, en la Segunda
Declaración de la Selva Lacandona postuló la elección popular
como instrumento de transformación de las relaciones de poder, y
apoyó en 1995
la
candidatura de Amado Avendaño para la gubernatura
de Chiapas.
De
cualquier forma, los
zapatistas
han repetido enfáticamente
que
la
política para ellos
NO se reduce a las
elecciones, sino que
se concentra
en
los
procesos de articulación comunitaria;
en la organización de la lucha y la resistencia
desde
las bases.
Votar
es más bien una decisión personal
y
no necesariamente significativa en
términos de
acción política. En
el proceso electoral del 2015, no lo podrían
haber expuesto de manera más transparente
en
voz del Subcomandante
Insurgente Moisés:
“Como
zapatistas que somos no llamamos a no votar ni tampoco a votar. Como
zapatistas que somos lo que hacemos, cada que se puede, es decirle a
la gente que se organice para resistir, para luchar, para tener lo
que se necesita.”
4)
Los reclamos de parte de Andrés Manuel López Obrador (AMLO)
y algunos de sus más irreflexivos epígonos (John
M. Ackerman
o Jaime
Avilés, por nombrar algunos) descalifican
la iniciativa del CNI y el EZLN
porque,
según ellos, sólo
sirve “para
hacerle el juego al gobierno” y
restarle votos a MORENA.
Estas
objeciones están
basadas
en una actitud
maniquea
y bien conocida. Cualquiera
que proponga
una política distinta a MORENA es inmediatamente arrojado
al desfiladero
de los
cómplices
de
la “mafia en el poder” por no apoyar la lucha correcta,
es
decir la
que
AMLO encabeza. Si
la CNTE, los huicholes, los electricistas, la comunidad de Cherán, o
los boy scouts se atreven
a
proponer
alguna
política
o candidatura
distinta
a la
de MORENA, serán
inmediatamente
acusados, con
el CNI y el EZLN, de
dividir el voto de izquierda
y colaborar, por
estupidez o
perversión,
con la tiranía.
Como
escribí en en el 2012,
para buena
parte del
AMLOísmo
“sólo
se es plural y democrático en la medida en que se coincide con la
misma pluralidad que postula al candidato; de otra forma se puede ser
fascista, reaccionario, extremista, purista, sectario, pero jamás
democrático o plural”. ¡Viva
la diversidad de pensamiento!
En
el dogmatismo de
este juicio no
importa si
quien apoya
la iniciativa indígena
es
el
Dr.
González Casanova, con
toda una vida
de congruencia
política,
o
una
comunidad entera
luchando
por su autonomía con la cuota de sangre y muertos que ello
involucra.
Tampoco
importa si una larga e importante
lista de pensadores de
izquierda
en
todo el mundo como
Michael Hardt, Alain Badiou o Jacques Rancière han criticado
duramente y casi de forma inapelable a la izquierda
partidista. Nada
de eso importa para esta forma de AMLOísmo: la
lucha legítima y viable es sólo una; lo demás es mera fantasía.
Por
otro lado, si alguna
persona o movimiento decide
adherirse
a MORENA se
convierte automáticamente
en
parte de ese proyecto que
acapara
la
esperanza
para transformar el país. No importa si la
persona en cuestión ha
sido acusada
de un fraude electoral
a
favor del PRI como Manuel
Bartlett o si fue
parte del aparato estatal durante
la
represión en Atenco
hace 10 años y
es
señalado
por nepotismo,
como Higinio
Martínez
Miranda,
hoy flamante
presidente
municipal en Texcoco por MORENA. En
estos casos, la
memoria es una simple palomilla
incómoda
que
uno
asusta
con un manoteo.
MORENA
es
un partido que proviene de un movimiento social legítimo. Como tal
en sus filas y
las
de sus
simpatizantes abunda
gente valiosa con
posiciones mucho menos autoritarias
que
las de sus líderes y
sus
seguidores
menos
reflexivos
(ejemplos
mucho más coherentes son
José
Blanco o el Dr.
Héctor Díaz Polanco).
Sin
embargo,
el
pragmatismo político que
AMLO
y
la cúpula de
este
partido exhiben
está
alejado de cualquier ideal de emancipación o democracia;
sin esas dos condiciones tampoco hay igualdad ni justicia.
Ya desde que AMLO y sus colaboradores estaban en el PRD, ese pragmatismo ayudó a llevar al poder a personajes tan nefastos como Marcelo Ebrard, Gabino Cué, Ángel Aguirre Rivero o Miguel Ángel Mancera. El
desfiladero de MORENA corre el riesgo de tragarse
a
sí
mismo.
Lo
único que quedaría es podredumbre partidaria: una pradera
compartida con el PRI, PAN, PRD y el resto de los partidos políticos
de este país.
5)
Es
innegable que el punto
más novedoso
en
la
iniciativa del
CNI y el EZLN es
el
de participar de
manera directa en
las elecciones del 2018. Aunque esto en gran medida es
contrario a la actitud del
EZLN en
los últimos 20 años,
no es necesariamente contradictorio como se
deduce
del
punto 3.
En
el comunicado
se hace la
enumeración de una larga lista de despojos y ofensas a los pueblos
indígenas. El
centro de la reflexión son las
amenazas a
la población por parte de los megaproyectos capitalistas. A raíz de
ello,
se concluye
impulsar una
candidatura independiente. El
comunicado
aclara:
“Ratificamos
que nuestra lucha no es por el poder, no lo buscamos; sino que
llamaremos a los pueblos originarios y a la sociedad civil a
organizarnos para detener esta destrucción, fortalecernos en
nuestras resistencias y rebeldías, es decir en la defensa de la vida
de cada persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio. De
construir la paz y la justicia rehilándonos desde abajo, desde donde
somos lo que somos.”
Es
decir, la
coordinación a
nivel nacional de
las
luchas y resistencias
locales
es
la
piedra angular de la
propuesta del
CNI y el
EZLN.
Una
aspiración que desde hace años persiguen
los zapatistas y que posiblemente encuentra
su precedente más obvio en “La
Otra
Campaña”
del
2006.
Por
otro lado, el CNI y el EZLN proponen
echar
mano de
los
mecanismos democráticos de
sus
propias
comunidades
para nombrar un concejo indígena de gobierno y postular la candidatura de una mujer que enarbole
su discurso de rebeldía. De
cumplirse estos
procedimientos,
esta
propuesta
no
sería
contradictoria
con sus
posiciones
previas,
pues
tanto
la participación en el proceso electoral como la
candidatura
serían
resultado de asambleas, consultas y
discusiones en el seno de las comunidades. Serían
decisiones
realmente democráticas,
a diferencia de todos los partidos políticos que eligen
sus formas de participación electoral y sus
candidatos en negociaciones copulares con
unos cuantos implicados.
No
hay forma de exagerar
la importancia de esta dinámica en la propuesta. Si
algo nos
han enseñado
los
zapatistas,
Cherán,
el pueblo wixárika, el
pueblo Yaqui y el resto de las comunidades,
es
que la democracia
real
es un proceso continuo de transformación y organización colectivas
que no resiste camisas de fuerza ni planes preconcebidos. La
historia de
la
liberación de los pueblos no
está
atada a
ningún
triunfo electoral perdido
en la lontananza de sus fanáticos;
sino que
se
despliega todo
el tiempo a
partir de las
propuestas
colectivas
de pensamiento y acción en
las situaciones concretas.
En
este escenario, lejos
de las verdades únicas impuestas por un candidato, un partido, los
calendarios electorales, las
instituciones de gobierno, o
incluso
una
actitud venerable de rechazo a la corrupción electoral, la política
se
reinventa en cada situación: se
rehace todos los días en
múltiples caminos.
De
esta forma, incluso
las elecciones
podrían
ser
una vía de liberación en una coyuntura determinada.
No
está de más reiterarlo,
lo
importante es el camino:
si
se cumplen los procesos
propuestos
por el CNI y el EZLN,
la
consolidación de esta
iniciativa puede
constituir un
horizonte de invención política para
detonar
un cambio radical en México. No tanto por la candidatura en
sí misma, sino
por la articulación de las luchas comunitarias sean indígenas o no.
Ante un país en crisis humanitaria mucho más injusto y asesino que
el que vio emerger al zapatismo en 1994, esta es
una esperanza a nivel nacional insoslayable. De lograrse esta
articulación, los hermanos del color de la tierra estarían (de
nuevo) abriendo las puertas para una política sin precedentes en
México. Habrían
llevado la
potencia
de su creatividad
política
a una
profundidad no
vista
hasta
ahora:
sin recetas, a
contrapelo de su propia actitud en los últimos 20
años;
pero siempre
desde
abajo, siempre
desde
la izquierda.
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