6
de junio: el tarot
En
la democracia liberal --que no es el único tipo de democracia que
existe-- es medular castigar electoralmente a los gobiernos
ineficientes, corruptos, omisos, déspotas u olvidadizos de lo que
prometieron en campaña. Al menos eso reza la doctrina.Al movimiento de Andrés Manuel López Obrador y a MORENA se le puede acusar de incorporar a sus filas y candidaturas a priistas, panistas,
perredistas y demás políticos de la peor calaña; de pactar con
partidos impresentables como el PES, el PT o el verde ecologista; y
de contradicciones tan relevantes como el hecho de que, en
contra de lo que promovió antes de llegar al poder, el gobierno
amloísta ha militarizado la vida pública:
le
ha dado al ejército la seguridad pública, el control de sus bancos,
el tren maya, aeropuertos, campañas, etc. En efecto, el amloísta es
un gobierno afecto como ninguno a las botas militares.
Desde
el ideal liberal, también se puede acusar con fundamento al actual
presidente de otras lindezas como la de intentar centralizar el poder
a la manera del autoritarismo priista de los setenta (nomás que con
un Estado neoliberal reducido a su mínima y parapléjica expresión);
de no exigir la renuncia y el juicio de los políticos involucrados
en la tragedia de la línea 12 del metro (Ebrard, Mancera, Sheinbaum
y Serranía); y de no tener interés en atender o al menos escuchar
seriamente a movimientos sociales como el feminismo, el ecologismo,
las comunidades indígenas, los normalistas rurales y otros sectores
políticos, educativos, culturales y científicos.
Entre
este mar de yerros, la cresta de la ola, por su costo en vidas
humanas y daño económico, es en mi opinión la fallida reacción
del gobierno ante la pandemia del COVID-19. Repasemos un poco esta
tragedia...
México
se ha pasado casi toda la pandemia en el top 5 de los países con
mayor número de defunciones.
Ahora mismo, ocupa el cuarto puesto en ese indicador, que es el más
usado por medios y científicos para evaluar el impacto de esta
crisis sanitaria. Dentro de los 20 países más afectados, México
muestra la mayor tasa de mortalidad con respecto a los casos
observados y el quinto con respecto a los muertos por 100,000
habitantes (datos compilados de todo el mundo por la Facultad de
Medicina de la Johns Hopkins University: shorturl.at/imnBF). México
también está en los primeros lugares de víctimas fatales en el
personal de salud, fallecidos por COVID-19 que no recibieron cuidados
intensivos, exceso de mortandad total y otros parámetros relevantes.
Quien quiera ver los datos por sí mismo puede revisarlo no con Lopez
Gatell o en las mañaneras; sino en la fuente citada arriba o en
worldometer Coronavirus (shorturl.at/psLQ8).
A
pesar de las justificaciones que ha dado el gobierno, hoy sabemos que
hay países con mayor población, más pobres, con sistemas de salud
más precarios y con ciudadanos con comorbilidades o igual de reacios
a seguir indicaciones, y que han podido lidiar mucho mejor con la
pandemia. Los pretextos siempre han abundado aunque ninguno de ellos
sea legítimo. El más frecuente es el de la historia: es cierto, los
gobiernos previos dejaron un sistema de salud frágil y una población
en que prevalecen varias epidemias de hipertensión, obesidad y
diabetes. Sin embargo, echarle toda la culpa al pasado es el recurso
que usan todos los gobiernos para evadir su propia responsabilidad en
el presente. Muchos científicos lo alertaron desde el principio: con
una población con tantas posibles comorbilidades era mucho más
importante implementar una estrategia lo más eficiente posible.
Un
estudio reciente de revisión publicado por investigadores del
Departamento de Salud Pública de la facultad de medicina de la UNAM
reunió evidencia que señala que más allá de las comorbilidades
reconocidas, son las personas empobrecidas y con bajos niveles de
escolaridad las que más han muerto durante esta enfermedad
(shorturl.at/tzOZ1). En México, la baja escolaridad está asociada a
condiciones precarias de salud y de vida. Prácticamente la mitad de
los muertos por COVID-19 tenían como nivel de estudios máximo la
primaria. Por otro lado, los más pobres suelen trabajar en
condiciones laborales de mayor riesgo de contagio como granjas,
fábricas, comercios informales, ambulantaje, transporte público,
reparto de bienes y servicios. Gente pobre que tiene que viajar
mucho, trabajar mucho, estar en contacto continuo con otras personas
igual de vulnerables que no pueden hacer “home office”, y que
además tienen un acceso limitado a los sistemas de salud. ¿Cuántos
de los muertos por COVID-19 estuvieron en estas condiciones? El
estudio mencionado es concluyente: “En
nuestro país los trabajadores manuales y operativos, las amas de
casa, los jubilados y pensionados representan el 94% de los decesos,
en tanto que el resto corresponde a profesionales, directivos y
trabajadores del arte y espectáculos.”. Parece que por encima de
la hipertensión que está relacionada con el 45% de las defunciones
y de la diabetes con el 37%, la pobreza es la principal determinante
o “comorbilidad social” en las muertes por COVID-19. El lema de
la 4T se cumplió como anillo al dedo: “Primero los pobres”.
¿Esta
catástrofe pudo haberse evitado? Muchos especialistas y científicos
coinciden en ello. Las políticas indolentes de un gobierno
interesado en sobarle la espalda a sus electores porque son un
“pueblo bueno” que “se porta muy bien”, que renunció desde
le principio a la contención de la pandemia y a presionar a los
sectores laborales, económicos y sociales para implementar medidas
sanitarias estrictas han resultado hasta el momento en más de un
cuarto de millón de mexicanos muertos reconocidos, la mayor parte
pobres. Con seguridad, debido a que se tiene un nivel de subregistro
altísimo, ese número asciende a más de medio millón de muertos
reales.
Para
la historia de la infamia quedará la necedad de Andrés Manuel López
Obrador que nunca quiso usar ni promover el uso del cubrebocas a
pesar de que desde mediados de 2020 se tuvo claro que el uso masivo
de las mascarillas era un estrategia eficiente para disminuir
contagios y muertes (si alguien aún lo duda, lea el artículo en
Nature del 13 de agosto del 2020 (shorturl.at/lBV15)).
La
estrategia “ligth” del gobierno mexicano tuvo su propia debacle
económica. Entre economías comparables, México es uno de los
países que menos porcentaje del PIB ha dedicado a mitigar los
efectos de la pandemia (0.7%). Mucho menos que otros países
latinoamericanos como Argentina, Brasil o Perú, sin mencionar a los
europeos (shorturl.at/gxIY6).
El
gobierno hace meses sentenció que no apoyaría los empresarios; pero
en ese desdén se negó a apoyar suficientemente a negocios pequeños,
microempresas, y pequeñas empresas que son quienes que dan más
empleo en México. En todo caso, 10 millones más de mexicanos
ingresaron a la pobreza extrema mientras los grandes empresarios como
Carlos Slim, Arturo Bailleres, Germán Larrea, Ricardo Salinas Pliego
y muchos otros millonarios han visto crecer sus fortunas crecieron
bajo la mirada complaciente del gobierno que dice defender a los
pobres (shorturl.at/ptGKZ).
Así
que de las promesas de redistribución del ingreso y justicia social
sólo queda el frijol con gorgojo.
Todo
hay que decirlo: es cierto que al principio de la crisis se
anunciaron algunos apoyos a pequeñas empresas y negocios, como por
ejemplo, los microcréditos “a la palabra” por 25,000 pesos. Esos
apoyos se acabaron en un suspiro y bien poco sirvieron para evitar
que alrededor de un millón de empresas, la mayor parte pequeñas,
cerraran sin remedio. De la inmensidad de negocios informales que
sucumbieron no hay datos fiables…
Como
cofundador de un pequeño negocio de pobres que ha sobrevivido a la
pandemia puedo atestiguar que esos apoyos hace muchísimos meses que
no están disponibles. Si alguien quiere marcar al Banco del
Bienestar para preguntar les dejamos con gusto el teléfono: 01 800
900 2000. Esperamos que sean fervientes seguidores de la música de
fondo y los menús telefónicos que se repiten incesantemente.
¿El
gobierno no tiene más dinero para apoyar a la economía, en especial
a la de los más pobres? Falso. La verdad es que el gobierno mexicano
casi no se ha movido presupuestalmente de sus planes de construcción
de aeropuertos, refinerías, trenes y el rescate de PEMEX. Se
prefirió seguir con esos planes de desarrollo en menoscabo de las
urgencias derivadas de la pandemia. ¡Total! ¡Ya casi se murieron
los que INEVITABLEMENTE se tenían que morir! Los darwinistas
sociales y los neoliberales seguro sonríen con ironía en algún
paraíso del “ni modo: no hay nada que hacer. Nada debe detener el
tren del desarrollo”.
Finalmente,
hay que puntualizar que denunciar
y criticar las políticas implementadas por el gobierno NO significa
que se defienda los otros partidos ni que se asuma que los partidos
opositores merecen el voto de los ciudadanos. Más bien revela que la
superficialidad, ineficiencia, autoritarismo e insensibilidad que
caracterizaron a los gobiernos del PRI, PAN, PRD y demás partidos se
repiten en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Hay
diferencias de grado pero en general la evidencia respalda la misma
conclusión: la clase política está integrada por partidos que
comparten una esencia demagógica, pragmática, oportunista y carente
de ética: sin ser iguales, nadie sabe si son substantivamente
distintos.
Así
pues, a pesar de las mayorías parlamentarias que muy probablemente
MORENA habrá ganado con su coalición para cuando esto sea leído y
de los muchos votos que este gobierno haya conseguido este 6 de
junio, la realidad es que MORENA no merece ni uno sólo de esos
votos. A nosotros nos queda una tarea distinta que no obedece a la
coyuntura de las elecciones: los que en su momento denunciamos la
fatuidad dicharachera de Vicente Fox, la guerra asesina contra las
drogas de Calderón Hinojosa, la corrupción insultante de Peña
Nieto, debemos denunciar las políticas criminales de un gobierno que
decidió seguir con sus planes desarrollistas, su lambisconería
demagógica, y su negación de una realidad que ha costado unas 4
veces más muertos (casi siempre pobres) que la guerra contra las
drogas. En este sentido, es inmoral defender o no criticar la
política de un gobierno desde la comodidad del coche, del gabinete
universitario, de la oficina, del home office, del confinamiento
voluntario, del “la culpa es de la gente irresponsable” que tanto
abunda en la clase media, mientras que en las calles han muerto
decenas de miles de personas o sus familiares provenientes de la
población que hemos tenido que salir a ganarnos la vida mientras
peleamos con el irresponsable de la combi que dice no ponerse el
cubrebocas porque en México hay libertad “como dice el
presidente”.
Ojalá
la historia más temprano que tarde les pase cuentas. De momento, la
fiesta de la democracia inspira sobre todo un sentimiento de
compasión: pobres de los ciudadanos que este 6 de junio, frente a la
boleta, se hayan preguntado en serio si esta democracia con estos
partidos vale de algún modo la pena. Un caso para el tarot y las
pitonisas.
Post-
scriptum
El
7 de junio nos levantamos con algunas sorpresas. A pesar de lo
que los afectos a Morena quieren ver, la verdad es que el partido del
presidente perdió 14 millones de votos a nivel federal aunque
conservó con sus aliados la mayoría absoluta en la cámara y ganó
la mayor parte de los Estados en disputa. No tendrá mayoría
calificada. Pero lo más importantes es que MORENA perdió 10
alcaldías en la CDMX, su principal bastión.
En
contra del maniqueísmo simplista de la democracia mexicana, en este
tipo de circunstancias es coherente abrevar de dos sentimientos
opuestos: en 2018, me alegré de que hubieran perdido el PRIANRD. No
me alegré de que ganará MORENA.
En
2021, me parece que es motivo de fiesta que haya perdido MORENA lo
que perdió; les salió barato: no debieron ganar ni un sólo
diputado. No me alegra nada que hayan avanzados sus partidos
opositores.